Llevamos unos días conociendo las incontenibles inundaciones que se están viviendo en el norte de España, y una de las cosas que más me llama la atención, son las opiniones y quejas que los medios de comunicación recogen entre los afectados, que de pronto convierten al vecino del 2º E en experto de no se sabe qué, echando la culpa a los organismos correspondientes porque no limpian ni dragan el río.
Nos cuestionamos si sería adecuado que cualquiera pudiese opinar, decidir o sentenciar, sin ser del gremio, sobre una intervención a corazón abierto, o realizar una operación financiera de alto nivel.
El medio ambiente es algo muy serio, donde no se pude jugar con el sensacionalismo, y donde los datos los tienen que aportar técnicos expertos, no alcaldes ni vecinos.
Me pregunto si para solucionar el drama que están viviendo estos pueblos, habría que buscar el origen del problema, no mirando precisamente solo al río. (Quiero pensar que la culpa no es del río, ni de los "malos" del medio ambiente).
Me permito el lujo de cuestionarme si las soluciones cortoplacistas de los políticos que están contra las cuerdas por el descontento vecinal, serán buenas.
Me pregunto si los técnicos ambientales, los expertos en cuestión de ríos, y digo de ríos, no de aguas, estarán de acuerdo con esas soluciones. Me gustaría oír su voz, pero los micrófonos mayoritariamente acuden a la queja de los afectados, víctimas quizá no de los pobres ríos, sino de quienes han permitido y permiten construir en riberas donde nuestros antepasados nunca lo harían, por quienes alteran los caudales, los fondos, la hidrodinámica de los ríos. Quizá las leyes ambientales, esos demonios que intentan proteger los ríos, estén ahí para algo.
Me pregunto si la decisión de dragarlos, alterar sus lechos, se toma (y no solo a corto plazo) tras un adecuado estudio sobre su impacto, impacto sobre el río mismo, sobre la tierra que reclama y sobre la vida que alberga, de la que nos beneficiamos todos.
Y sobre todo me pregunto si todas estas calamidades no nos llegarán por habernos pasado por el arco del triunfo las legítimas e infalibles escrituras de la Naturaleza.