La rosa al Sol sus lágrimas dejaba
quitar feliz al ser un nuevo día;
con dedos áureos él las componía
en nube azul y al cielo las llevaba
en cabalgar de aroma que llenaba
la brisa, el aire, el viento, que esparcían;
y así, los tres, en pos de sí traían
abejas mil que el néctar le robaban.
Decime a mí: ¿Por qué tuvo la suerte
de dar su sangre a aquel que la exhortaba
y ver la luz al tiempo que moría? ...
¡Qué cruel y despiadada que es la muerte!
Sombra fugaz, incónita y callada,
fatal marfil clavado en la agonía.
Carlos Blanco
Del poemario "Destino el amanecer"
Finalista en IV Premio de Poesía "Plumier de Versos"
Nuño Editorial Sevilla 2008
Página 26
Fotografía del autor en Jardines Casa-Museo Zorrilla, de Valladolid