OPINIóN
Actualizado 01/03/2015
José Román Flecha

Esa es la idea que se repite en el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma del año 2015. Según él, la indiferencia alcanza hoy una dimensión mundial. Cuando estamos bien, nos olvidamos de los demás, de sus problemas y sufrimientos y también de las injusticias que padecen los que no están bien.  "También para los cristianos, la indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real".  


Tras esta mirada a nosotros mismos, hemos de volver nuestros ojos a Dios. La fe nos dice que Dios es amor y no puede ser indiferente ante nosotros. Nos conoce, nos cuida y nos busca cuando lo abandonamos. La Encarnación de su Hijo, su vida, su muerte y resurrección son la mayor prueba del amor de Dios.


Con esos misterios se abre la puerta entre Dios y los hombres. Y ahí aparece la Iglesia, "como la mano que tiene abierta esta puerta". La imagen es muy acertada y explica la persecución. Una sociedad que tiende a cerrarse en sí misma y a cerrar la puerta por la que Dios entra en el mundo y el mundo en Él, intentará rechazar, aplastar o herir esa mano que mantiene abierta la puerta de Dios.


En ese contexto, el Papa Francisco sugiere algunas tareas concretas a la Iglesia, a las parroquias y comunidades y a cada persona creyente.


1. La Iglesia da testimonio del amor de Dios, que rompe la cerrazón mortal de la indiferencia. Ella es el cuerpo de Cristo y la comunión de los santos. Por tanto, "en esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos".  


2. Las parroquias y las comunidades han de conocer a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y hacerse cargo de ellos. Es falso decir que se ama a los que están lejos en el mundo, mientras se olvida al pobre Lázaro, sentado ante nuestra puerta cerrada. "Toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados".


Seguir a Jesucristo  por el camino la lleva hasta los confines de la tierra.  Según el Papa, las parroquias y comunidades han de ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.


     3. Ante la tentación individual de la indiferencia, siempre podemos orar. El Papa nos propone la   iniciativa "24 horas para el Señor", en los días 13 y 14 de marzo. A la oracion se han de unir nuestros gestos de caridad. "La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad".  


La necesidad del hermano nos recuerda la fragilidad de nuestra vida, su sufrimiento nos llama a la conversión. Superar la trampa de la indiferencia requiere esfuerzo. Pero la oración nos ayudará a tener  "un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia".

 

EL HIJO AMADO
Domingo 2º de Cuaresma. B.
1 de marzo de 2015

"No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo" (Gén 22,12). El ángel del Señor detiene así la mano de Abrahán, dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac. A cambio Dios le promete  la bendición de una descendencia innumerable, como las estrellas del cielo y las arenas de las playas.   
Este relato bíblico ha escandalizado a muchos creyentes, que se preguntan cómo Dios puede pedir a un padre que le sacrifique su único hijo. El contexto histórico cultural puede ayudar a entenderlo. Los pueblos cananeos, como tantos otros, reconocían a sus dioses como origen y dueños de la vida. Por eso les ofrecían la vida de los primogénitos.
Pero el pueblo de Israel ha comprendido que su Dios no quiere la vida humana. Y que ésta puede ser representada por el sacrificio de un animal. Andando el tiempo habrá de descubrir que no basta ofrecer la sangre de un animal. Dios prefiere el sacrificio de un corazón contrito y humillado. Ese es el verdadero sacrificio. Abrahán ha dado prueba de su obediencia a Dios. Y eso basta para demostrar su fidelidad y alcanzar las bendiciones del Señor.
 
ENTREGA Y PROMESA

En este segundo domingo de cuaresma el evangelio de Marcos (Mc 9, 1-9) propone a nuestra meditación el relato de la transfiguración de Jesús en el monte. Cabe preguntarse qué relación guarda este texto con el del libro del Génesis que se lee en la santa misa.   
? Si Abrahán había decidido no reservarse a su único hijo, Isaac, tampoco el Padre celestial se reserva a Jesús, su Hijo amado.  Jesús es el nuevo Isaac que carga con el instrumento de su sacrificio para subir hasta el monte, en el que se ha de consumar su sacrificio.
? Si la mano de Abrahán es detenida por el ángel del Señor, que le revela la voluntad de Dios, también Jesús habrá de recibir la visita del ángel, que le revelará el sentido de su entrega y de su sacrifico.
? Si la voluntad de sacrificar a Isaac se convierte para Abrahán en anticipo y profecía de la vida de todo un pueblo, también el sacrificio de Jesús será signo y promesa de una amplia y gozosa fecundidad.   

LOS SIGNOS Y LA VOZ

El relato evangélico de la transfiguración de Jesús  nos revela la identidad y la misión de Jesús, alimenta nuestra contemplación y orienta nuestra vida de creyentes:
? Jesús aparece acompañado por Moisés y Elías. Es decir, los discípulos hemos de entender que en él se cumplen las esperanzas que previeron y anunciaron tanto la Ley como los profetas.
? Jesús se transfigura en lo alto de un monte, mientras una nube cubre a sus discípulos. Es decir, hemos aprendido que Jesús está en contacto con Dios y que la majestad de Dios envuelve a sus seguidores.    
 ? Jesús es presentado a los discípulos por una voz celestial: "Este es mi Hijo amado; escuchadle". Es decir, Jesús es el Hijo amado de Dios, que se entrega por nosotros y nosotros estamos llamados a escuchar su palabra y vivir su mensaje .
- "Señor, Padre santo, tú que nos has mandado escuchar a tu Hijo, el predilecto, alégranos con el gozo interior de tu palabra; y, purificados por ella, contemplaremos con mirada limpia la gloria de tus obras. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén".

 

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