OPINIóN
Actualizado 24/02/2015
Daniel Prieto

La corbata es un signo de poder que a veces se vuelve en contra de quien la porta. Si nos fijamos, es una prenda baladí que no tiene mayor significado que el de la prestancia, con lo que estamos ante un fetiche, ni siquiera una prenda, absolutamente presc

Cualquier publicista sabe que uno de los elementos más importantes a tener en cuenta en la composición de un cartel es el fondo. Pero un fondo en el cartel no tiene por qué ser estático. En estos días asistimos a los movimientos por Europa de los dirigentes griegos y en ello también está  siendo muy importante, aparte del fondo de la cuestión, el fondo protocolario.  

Si colocamos en dos viñetas, a un griego en una y a un comunitario en otra, y buscamos las diferencias entre ellas, existen dos que son de libro. Choca la sonrisa del griego, que es el pobre, con la antipatía del comunitario, el rico, y la más importante, al griego le falta la corbata y al rico, o, mejor dicho, a los ricos, le sobran demasiadas corbatas.

No obstante, si nos fijamos otro poco más, nos daremos cuenta que las corbatas caen desde la nuez en forma de signo de admiración y quizá los griegos hayan leído las últimas investigaciones y a este cacho de trapo no le vean nada admirable. Al parecer, el hecho de poseer unas cuantas corbatas que se turnan, a la larga acumulan tal falta de higiene, que los laboratorios donde han sido examinadas han tenido que ser desinfectados a causa del sinfín de gérmenes patógenos que viven en ellas.

Están presentes en las comidas, en las bebidas o en esos chiri-miri que a veces producen los "estorninos" ajenos. Pero, en fin, dejemos las corbatas y vayamos a las caras, a los gestos. Otro tema protocolario en el que Varoufakis y Tsipras han demostrado ser maestros. Así, sin tener que acudir a sesudos estudios epistemológicos ('palabro' de raíces griegas que significa estudio del conocimiento), sólo con una visión superficial de las negociaciones, podemos decir que la batalla de gestos la han ganado los griegos por goleada. Un Rajoy enfadado pidiendo los 26.000 millones y un Tsipras aconsejándole calma con una sonrisa es una estampa que no ha pasado desapercibida.

Señor presidente, mi presidente, usted debió dejar que los griegos jugaran su partida. Y si la jugaban con "huebos", debimos respetarlos, no corregirles, que nosotros, puesto que no nos legitiman para ello, no somos nadie en la Comunidad, no nos engañemos, y si la Comunidad necesita policías, con todo el respeto hacia esa profesión, no debió usted realizar el presunto papel y que lo jugasen esos europeos que anidan en el G-7; pues ya hicimos bastante el ridículo siendo el G-3 en la "guerra del Bush".

Ahora los griegos, maestros en la puesta en escena, podrán vender mejor o peor el resultado, pero eso no les quita razón ante la humillación de una "deuda" que fue producto del egoísmo de esas economías orondas dando créditos a economías pobres para que compraran sus frigoríficos, lavadoras o televisores, y hoy, esas mismas economías trogloditas compran deuda sin piedad desde la propia cama. Pero la dignidad ni pueden ni deben comprarla, y ahí debemos aplaudir la elegancia de los griegos pidiendo explicaciones.

En cuanto a nuestro país, aunque se diga desde distintas perspectivas que Grecia no es España, bien deberíamos rezar para que Grecia, ni hoy ni mañana, sea mínimamente humillada. Veamos las palabras de Juncker: "Hemos pecado contra la dignidad de los pueblos, sobre todo en Grecia y en Portugal y a menudo en Irlanda. Yo he sido presidente del Eurogrupo, así que parezco tonto diciendo esto, pero hay que sacar lecciones de la Historia y hay que ponerse de acuerdo sobre la necesidad de no repetir los mismos errores". ¿Y España no aparece? Juncker, por supuesto, no es tonto; su opinión está muy bien calculada. Él sabe que nosotros somos quijotes ?y con eso ya comemos. Como ejemplo, nuestras mejores corbatas, de paseo por Europa, dan la impresión de vivir más preocupados por los intereses de los ricos que por los 5,5 millones de parados. ¡Lo tenemos claro!

Por último, tengo muchos amigos con corbatas, les quedan bien, las lavan y a veces también yo me las pongo. ¡Joder, tampoco era cuestión de quedarse solo!

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