LOCAL
Actualizado 23/02/2015
César García

El párroco de Puente Ladrillo relata en SALAMANCArtv AL DÍA los problemas sociales de su barrio y la manera de afrontarlos, en su opinión, "el excesivo confort y el dinero te aturden, sin embargo, el trabajo dignifica a la persona y cura todo tipo de male

"No se saca mucho pero se comparte". Son las palabras de uno de los párrocos de Puente Ladrillo, Antonio Romo, que se muestra ilusionado con la Fiesta de la Solidaridad que se celebra esta semana, en este barrio, gracias a la colaboración de diversos colectivos. Este veterano sacerdote, de figura menuda, rostro curtido y sonrisa perenne, lleva 30 años ayudando a los más necesitados de esta zona de la ciudad que, asegura, ha cambiado mucho. "Está creciendo y abundan problemas de todo tipo, como el paro o el individualismo, por lo que esta iniciativa, hacer una fiesta sin dinero, es un gran valor", explica Romo.

El religioso advierte que la relación entre vecinos heterogéneos provoca una convivencia difícil, por eso, con este programa de actividades pretenden fomentar los encuentros y "que la solidaridad se extienda por la vida entera y no sólo unos días". Romo se muestra apenado cuando reconoce que hoy en día ve a más necesitados y situaciones muy conflictivas, relacionadas con la falta de educación, problemas familiares y el paro. Sin embargo, su cara se ilumina cuando asegura que "cuantas más necesidades hay, brota más solidaridad, brota más el sentido humano".

En esta línea, como buen hombre sencillo, mantiene que "el excesivo confort y el dinero te aturden, sin embargo, el trabajo dignifica a la persona y cura todo tipo de problemas".En la casa parroquial de Puente Ladrillo viven 30 personas, de distintas religiones, países y edades. A todos los que necesitan ayuda se les echa una mano, con el fin de que recuperen un rumbo adecuado en sus vidas. En este sentido, Romo sostiene que "son gente honrada y trabajadora y esto es lo más importante, porque trabajar es más noble que pedir, además, el trabajo dignifica a la persona y cura todo tipo de problemas".

De hecho, por iniciativa suya se montó una empresa de limpieza y otra de quesos, además de llevar a cabo tareas agrícolas y ganaderas en parcelas que recibía como donaciones. Todo esto ha permitido dar trabajo a muchas personas, formar a otras y facilitar salidas laborales a unas cuantas.

Otra de sus funciones, desde hace años, es la de capellán en el Complejo Hospitalario, por lo que asegura que ha sido testigo de "multitud de pequeños gestos preciosos entre las personas". Al final, a pesar de ser testigo de situaciones muy delicadas, siempre atrapa la esperanza que se cuela por los resquicios más dolorosos.

El párroco de Puente Ladrillo, con  75 años de edad, afirma que no tiene intención de jubilarse, porque "eso es un invento moderno, además, mi trabajo me permite disfrutar de la vida".

Fotos de Alberto Martín

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