OPINIóN
Actualizado 22/02/2015
Asprodes

Son las personas quienes hacen posibles los programas y no la exigencia de programas quien garantiza su ejecución.

Taladró mi entendimiento el golpeo continuo de martillazos que recibieron mis neuronas hace años, con el horadante sonsonete de mi querido Julio Anguita en su persistente empeño de reclamar "programa", "programa" y "programa", a los adversarios que pedían su alianza política.

Pensaba erróneamente que tal insistencia programática había pasado a mejor vida, llevada al cementerio del olvido por el común sentido, pero veo que ha retornado en estos tiempos convulsos, traída de la mano por líderes podemorosos, que vuelven a sacudirnos la trompa de Eustaquio con similares percusiones reiterativas, que no comparto.

La experiencia me ha enseñado que toda organización llegará a ser lo que quiera ser, si sus miembros se lo proponen, pero nunca alcanzarán su objetivo los programas, estatutos, reglamentos o proyectos que planifican su acción, porque son las personas del partido, hospital, colegio, empresa o comunidad de vecinos, el molino que triturará cualquier expectativa o el muelle que catapultará iniciativas, aunque estás no se hayan programado de antemano.

Con dirigentes corruptos, funcionarios enviciados, empleados gandules, profesores negligentes, médicos indolentes, concejales abúlicos o parlamentarios apáticos, no es posible sacar adelante programa alguno, por ambicioso, útil, honesto y virtuoso que sea el proyecto que pretenda ejecutarse.

En cambio,  con dirigentes honestos, funcionarios eficaces, empleados diligentes, profesores eficientes, médicos vocacionales, concejales serviciales y parlamentarios comprometidos, los partidos, instituciones públicas, empresas, centros educativos, hospitales, concejos y parlamentos, realizarán con eficacia, agilidad y rigor su tarea, aunque esta no se haya programado previamente.

Mantengo, pues, la convicción de que con personas honradas, serviciales, trabajadoras, responsables, serias, respetuosas y simpáticas, los programas son innecesarios, porque los proyectos surgirán espontáneamente del empeño colectivo y la voluntad compartida de que la organización cumpla los fines que tiene encomendados.

Menos programas y más compromiso personal con la transparencia, la verdad, el trabajo, la honestidad, el sacrificio, la renuncia y la voluntad de servicio a los ciudadanos, que iremos a las urnas cuando seamos convocados a ellas, dispuestos a pagar el sueldo y privilegios de quienes hablan de programas para desviar la atención hacia la integridad personal que reclamamos los pagadores.

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