OPINIóN
Actualizado 22/02/2015
José Luis Puerto

Diversos artistas, filósofos y escritores contemporáneos, en algún momento de sus vidas, han sentido esa necesidad y han optado por retirarse del mundo, tanto para encontrarse con sí mismos, como para seguir creando lejos del mundanal ruido, de ese estruendo y furia (de que hablara Faulkner en su conocida novela) que tanto nos aturde en esta sociedad del espectáculo (Guy Debord) en que tan poco espacio hay para la vida interior.


    Una exposición en la Fundación Cerezales, ubicada en el pueblecito leonés homónimo y comisariada por el profesor vigués Alberto Ruiz de Samaniego, titulada "Cabañas para pensar", nos recuerda cómo figuras tan emblemáticas de la cultura contemporánea como, por ejemplo, Martín Heidegger, Gustav Mahler, Edward Grieg, Henry David Thoreau, Knut Hamsun, o August Strindberg..., optaron, en algún momento de su trayectoria vital, por retirarse a una de esas cabañas (en la montaña, en el bosque, junto a un lago...), físicas y al tiempo metafísicas, para estar en el mundo de otro modo, en contacto con la más alta y osada espiritualidad.


    Uno de ellos, el compositor Gustav Mahler, indica, por ejemplo, en "La canción de la tierra": "Voy hacia las montañas, a buscar el reposo para mi corazón solitario. Voy hacia mi país, mi refugio."


    Hay, en este anhelo de retiro, una perspectiva adánica, robinsoniana, de búsqueda de comunión con el cosmos, para vivir un proceso de purificación y de reencuentro al tiempo con el yo y con la tierra perdida y adorada.


    Pero tal perspectiva de retiro, de ascesis, de esencialidad, en busca del reencuentro con el yo y el cosmos, no es nueva, ya se conocía en los tiempos clásicos y se da, por ejemplo, en dos arquetipos bien conocidos de los tiempos modernos, que a lo mismo conducen: el de la vida retirada, encarnado en nuestra cultura por Fray Luis de León, tan vinculado e inseparable de Salamanca; y el del menosprecio de corte y alabanza de aldea, representado entre nosotros por el que fuera obispo de Mondoñedo, Fray Antonio de Guevara.


    Cabañas para ser, cabañas para respirar, para que no nos engulla el ruido y la furia, la sociedad del espectáculo, que tanto nos aturden. Porque solo a partir de ese proceso de purificación se pueden rehumanizar la sociedad y el mundo.

 

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