OPINIóN
Actualizado 20/02/2015
Jorge Juan Fernández

Cuando en una sociedad hay ciudadanos que se ven obligados a rebuscar comida en los contenedores de basura, a escarbar entre la chatarra de esos puntos limpios, donde otros depositamos aquello que nos sobra, para poder sobrevivir; cuando ciertas universidades solicitan públicamente "apadrinamientos" para sus estudiantes y ciertos colectivos de particulares tiene que echar mano de la imaginación realizando actividades con el fin de recaudar los fondos necesarios para que se puedan continuar investigando y desarrollo curas para algunas enfermedades "raras" que no rentables para las instancias públicas y privadas que debieran velar por su salud.

Cuando en una sociedad, todos hablan de pactos de estado pero nadie pacta nada salvo por motivos electorales, cuando todos hablan de unión frente a lo que está sucediendo pero lo hacen por separado; cuando coexisten muchas "mareas" de variados colores pero cada una defendiendo sus interés particulares o cuando en un país se rumorea la posibilidad de realizar subastas de productos alimenticios caducados. Cuando todo eso sucede y se da en el mismo tiempo y lugar, está claro que no avanzamos hacia la igualdad y la justicia social, porque los hacemos en dirección completamente opuesta, Y es que los poderes económicos y los intereses particulares se han hecho dueños de la situación y el papel de los ciudadanos parece quedar reducido a oír, ver y callar, situación sólo interrumpido por alguna votación cada cierto tiempo que no aporta ningún cambio sustancial. Y si esto es así ¿qué hacer?

Mucha gente me dice: "Yo paso de la política". Y lo que más me sorprende es que lo afirman con jactancia y pedantería, como si vivieran en un plano superior al de los demás "pobre mortales" que nos interesamos por ella. Pues si se me permiten un consejo: recuperen la cordura y observen con cuidado la realidad. Porque para su desgracia no son ustedes los que pasan de la política, lo cierto es que la política lleva años pasando de ustedes. La ciudadanía sólo interesa a los políticos "profesionales" de forma tangencial y ocasional, cuando debieran ser su centro de atención y el objetivo de todos sus esfuerzos.

Las decisiones políticas controlan nuestras vidas: lo que pagamos por la luz, el agua, los carburantes o el transporte; si podremos estudiar una carrera universitaria o no; cuánto cobremos de paro, si llegara el caso, o el importe de nuestras pensiones; los impuestos que debemos satisfacer; por dónde podemos circular y dónde podemos aparcar. Todo ello depende de decisiones políticas. Son ellas las que determinan en gran manera a qué colegio irán nuestros hijos, dónde tenemos que tirar la basura y las condiciones en que nuestros descendientes podrán o no heredar nuestros bienes cuando fallezcamos. Y así las cosas resulta imposible pasar de la política, los que así se manifiestan sólo están utilizando una excusa barata para no asumir la responsabilidad individual y colectiva que les corresponde.

Para que las cosas que no nos gustan cambien sólo hay una solución y esta no es otra que regenerar y recuperar el derecho ciudadano a una participación activa y real en las políticas públicas. Es indispensable una evolución y para lograrlo hay que comenzar por añadir a este término una consonante inicial: Revolución. En el más noble sentido del término. Reconquistar el activismo político comprometido, porque los derechos no se conceden, se conquistan, siempre ha sido así. Y como con asombrosa lucidez afirmaba Enmanuel Kant: La política, en cuanto espacio público del ejercicio de la libertad, está ligada a la noción de derecho, haciéndola posible. Pues eso, todos manos a la obra que este año se "cuecen" muchas cosas en nuestro querido país.

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