Las aves invernantes rastrean los rincones más insospechados en pos de la última aceituna o bellota no germinada. Los insectívoros pueden encontrar la primera oleada de dípteros y los camachuelos se cebarán en los ya muy abultados botones florales de los árboles domesticados. Nacen la mayoría de los pollos de búho real. Bandos de luganos visitan las alisedas, a menudo fecundadas por las abejas si algún día templado lo ha permitido. El lagarto ocelado sigue enterrado mientras los sapos comunes se afanan en la búsqueda de consorte. Los zorros ya están unidos tras las cópulas. Cae la cuerna del ciervo, que a menudo es roída por las hembras o los pequeños mamíferos para aprovechar su alto contenido en minerales.
Muchas jabalinas se dejan preñar por estos días, pero debemos tener en cuenta que los cochinos de monte son los animales menos cumplidores de un calendario estricto. Se ha demostrado que, junto a la nutria, el meloncillo y la jineta, pueden reproducirse en cualquiera de los periodos del año, si bien la mayoría de los cachorros nacen antes de comenzar el verano. Los lobos delimitan los territorios de cría y los zorros ya tienen sus huras acondicionadas para los próximos partos. Los esbardos maman activamente en la cálida osera y se acaban de formar las parejas de turones.
Las notas de color inmóvil del paisaje tienden a intensificarse. Los tallos de cereal y la hierba en general ganan volumen y el verde comienza a recuperar posiciones sobre los tristes pajizos de los meses anteriores. La segunda avanzadilla de las flores ya está aquí con una cabeza de manifestación compuesta por violetas, crotones, narcisos, mayas y vinagraras. En los árboles más precoces habrá pétalos y colores, caso del sauce, la sabina albar, abedul, tejo, algunos chopos y álamos y, ante todo, del almendro. Cerca del Mediterráneo llega a florecer incluso el olmo, aunque de éste debemos comenzar a escribir en pasado, ya que la mayoría de nuestros olmos son sólo troncos muertos. Una epidemia, la garfiosis, transmitida por unos escarabajos, los ha destruido cuando eran una de las más importantes galas de muchos de nuestros paisajes desforestados. Entre los matorrales que se adornan con su futuro destaca el brezo blanco y el romero, el de la diminuta flor zarca que bien parece un trozo de cielo arrapado a ras de tierra, precisamente donde ésta es más dura y seca.
Ya son frecuentes las flores. El monte se va poniendo morado por el brezo rubio y los bordes de los arroyos albean porque al durillo se ha unido la floración del brezo blanco. También los almendros, tejos, pipirigallos, aristolaquias y el zurrón de pastor le ponen color a sus ápices. En sus colonias están copulando las garzas reales entre ensordecedores gritos
La encina comienza a renovar algunas hojas mientras esperará hasta agosto para dejar caer las más viejas, que pueden haber durado hasta tres o cuatro años.
El trigo escala hasta dos palmos del suelo. Nacen los tritones ibéricos.