OPINIóN
Actualizado 17/02/2015
Redacción Comarca

Felizmente, aún, en medio de tanta tensión inútil, de tanta obra ruidosa e interesada, de tanta inmoralidad pública, se pueden encontrar joyas artísticas y humanas. El pasado miércoles, en Salamanca, un grupo privilegiado de oyentes y amantes del arte pudimos disfrutar de la palabra cálida y sabia de Luciano Díaz. Vino arropado y presentado por la asociación cultural Pentadrama en la Sala de la Palabra del Teatro del Liceo. Como expresó un oyente en un grupo improvisado después de la conferencia, "hacía muchos años que no me distraía ni un solo minuto durante toda una conferencia".

            A este recién llegado le ocurrió lo mismo. Luciano Díaz, pintor, sesenta años inmerso en la tarea de contemplar, vivir y crear belleza artística. Una vida, que como un recipiente lleno hasta los bordes? desborda el contenido. La vivencia de la creación artística, de los colores, del encuentro con ese absoluto que está ahí, delante de nuestras narices, como Teresa de Jesús y Juan de la Cruz nos muestran en sus palabras escritas en Ávila o en sus inmediaciones. Como Luciano Díaz nos contó:  que desde muy pequeño comenzó su proceso de búsqueda, también en un valle de Ávila, entre la ganadería de su padre, sus numerosos hermanos ( Ah! el pequeño de los hermanos, el último, que con frecuencia se siente el primero por todo lo que los padres ponen en él), la luz del alba, o del amanecer - que no es lo mismo-, los colores inaprensibles de los montes y los valles, el sonido del pájaro del alba que, como San Juan de la Cruz, él conoce?Un hombre cargado de riqueza interior, de cuadros de distintas etapas, siempre en evolución, de textos poéticos que se adhieren a sus composiciones, de música elegida entre tanta, la mejor, la de los grandes, Mozart, Beethoven?

            La tarde del pasado miércoles en la Sala de la Palabra todo fluía armónicamente: la breve y hermosa presentación de Agustín B. Sequeros ( poeta salmantino), la  exposición de la larga obra y vida de Luciano, íntimamente entrelazadas, la escucha de un público que alimentaba el deseo de comunicar del conferenciante, las pocas pero suficientes preguntas que  cerraron el acto, un auténtico banquete para los que aman el arte y el entretejerse de sus distintas expresiones: la poesía, la pintura, la música, la prosa al servicio de la belleza.

            Antes de iniciarse la conferencia el recién llegado tuvo un breve encuentro con una de esas personas que, entre bastidores, a través de su generoso y esforzado quehacer, hacen posible estos actos culturales, necesario alimento para no pocos salmantinos. En su interior también le dio las gracias a esa anónima funcionaria, que posibilita el que puedan darse actos así,  como este bello y sabio encuentro con Luciano Díaz. 

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