OPINIóN
Actualizado 16/02/2015
Sagrario Rollán

Ya nada será igual , el cómputo de los días ha cambiado definitivamente desde el momento en que ese adolescente despierta con el recuerdo, vago primero, perezoso y nostálgico, como recién salido del sueño, y acuciante después, imperioso, de aquel rostro, aquellos ojos, aquel dolor que hace unos dias le han cautivado... En cada amanecer, cada luz, cada sonido y cada calle esa sensación nueva le hace estremecer, y luego más parece presentimiento que recuerdo, o recuerdo de futuro, si recordar pudiera lo que con tanta fuerza ha deseado, y a fuerza de desearlo parece haberse cumplido ya en algún lugar remoto de su corazón. 

Cuando el rostro aparece y cuando no está, cuando los ojos le miran  y cuando le desdeñan, cuando el dolor le vence y cuando le pone alas: incipit vita nova, una nueva vida amanece, es el descubrimiento del amor, y ese comienzo quedará ya para siempre grabado, como dice el poeta florentino, en el "libro de mi memoria".  La Vida Nueva de Dante es un símbolo de la edad juvenil, como la edad propicia para el amor, pues el sentimiento amoroso,  con toda su confusión y riqueza de matices,  configura en esa edad, más que cualquier otra experiencia, la forma de ver el mundo. ¡Dichoso aquel que tiene la gracia de  la inteligencia nueva que el Amor, mientras llora eleva, según canta el poeta!  porque la Vida Nueva es sólo el comienzo de un largo y tortuoso camino, lleno de promesas y de sombras, de ilusiones y de mentiras, de  apuestas y de renuncias, que culminará en el Paraíso.

Desde allí la sonrisa misteriosa e inasible de Beatriz guía al enamorado a través de una serie de círculos, que en buena parte significan también la peripecia interior que todo joven amante deberá afrontar hasta hacerse merecedor del objeto de su deseo.

Uno de nuestros más grandes poetas  en lengua castellana, el místico  Juan de la Cruz compara con el vino joven, que fácilmente embriaga con sus efluvios sin asentar, a los amadores primerizos, y los viejos amantes al vino viejo y curado que tiene cuerpo y calor,  cuya sustancia nutre el espíritu y lo alegra sin ruido y sin prisas.

Pienso en  ese adolescente acosado por la estridencia publicitaria, ecos chillones y empalagosos colorines de un supuesto día de los enamorados, al recordar estas páginas;  y entre los guiños de frustración y deseo que parpadean en aulas y pasillos , entre  algoritmos de amor incomprendido garabateados en cuadernos aburridos y en carpetas, desearía  poder caligrafiar el eco indeleble de esta leyenda: Incipit vita nova.

 

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