Profesor de Derecho Penal de la Usal
Hay un refrán muy popular conocido por todos que sentencia: "En el país de los ciegos el tuerto es el rey". El Gobierno del PP comenzó la presente legislatura con una galopante miopía, aunque cuando se presentó ante los electores en la campaña electoral tuvo la habilidad de engañarnos a todos prometiéndonos que poseía las lentes más avanzadas del mercado con las que no sólo veía mejor que nadie la mierda que se escondía en la trastienda social, económica y financiera, sino que les permitiría divisar a lo lejos qué centro de tratamiento de residuos sería el más adecuado para depositar y reciclar la basura, purificar el maloliente aire que respirábamos los ciudadanos, convertir a la sociedad en el hábitat mejor acondicionado para desarrollar nuestras expectativas vitales y pergeñar el progreso necesario que nos acercase cada vez más al idílico Edén en el que Eva y Adán disfrutaban de una felicidad eterna y que todos los días del año se celebrara San Valentín.
Con el paso del tiempo todas estas promesas han quedado relegadas y metidas en el congelador de la trastienda del olvido. Ese pretendido progreso necesario se ha quedado en incremento de los impuestos y de los desempleados, disminución alarmante de los salarios, contratos nuevos de trabajo en condiciones precarias y denigrantes para el ser humano, dramáticos recortes del Estado del Bienestar que destruyen sus cimientos (sanidad, educación, dependencia y otras políticas sociales), incremento de la desigualdad, de la pobreza y de los privilegios que disfrutan las clases más poderosas de la sociedad. No sólo se ha disparado el número de personas que se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión social (actualmente es del 27 % de la población, que en los niños asciende al 33 %), sino que muchos de los jóvenes titulados universitarios (los mejor preparados de Europa) han tenido que emigrar a otros países para no tener que vivir del sustento de sus progenitores o malvivir con empleos en condiciones tercermundistas y con salarios vergonzosos para desempeñar una vida digna y honesta. Así, más de 200.000 jóvenes se han marchado a trabajar al extranjero en los últimos 4 años, que harán perder al Estado más de 57.000 millones de euros, según un informe del Consejo de la Juventud de España. Hay que recordar que el paro entre los jóvenes de entre 16 y 24 años es del 51% de la población activa, algo horrible. Todo esto, unido a que el PP está infectado por la corrupción, convierte al Gobierno de Rajoy en tuerto, incapaz, por tanto, de adoptar las medidas que necesita nuestra sociedad para sacarnos del pozo en que se encuentra.
No obstante, en la oposición política las cosas no están mucho mejores. La errática política que ejerce el PSOE: ausencia de alternativas y las que abandera adolecen de torpeza y bisoñez, como la firma del pacto antiyihadista, con lo regresiva, represiva y carente de eficacia preventiva que es la proposición del ley que avalan PP y PSOE. En lugar de eso tenía que denunciar sistemáticamente los incumplimientos del Gobierno (no ha cumplido ninguna de sus promesas electorales, bueno sí, una, la inclusión de la cadena perpetua en nuestro Código Penal) promoviendo la gestión de los intereses colectivos con propuestas concretas y creíbles. En cambio, se dedican a predicar la división interna del partido, además de estar impregnados también en casos de corrupción. El cese de Tomás Gómez como candidato a presidente del gobierno de Madrid se ha producido tarde y mal. Si Tomás Gómez está implicado en presuntos casos de corrupción (desviación del presupuesto del tranvía de Parla, donde fue alcalde) la decisión de su cese debería haber sido fulminante mucho antes, en el momento en que se conocieron los hechos.
Por su parte Podemos está cayendo en la trampa de los principiantes, porque quién denuncia corruptelas en la política, quién reniega de los privilegios de la casta que nos gobierna, no puede caer en los mismos errores que ese selecto grupo del hampa al que pertenece la política y tiene que dar ejemplo. Los presuntos incumplimientos de Monedero con la Hacienda Pública y sus elevadas cuentas corrientes, desconociendo el origen real de esas rentas, no son precisamente un paradigma de honestidad. Bien es cierto que en este apartado, el Maquiavélico ministro Montoro está utilizando la maquinaria del Gobierno para masacrar a sus adversarios. Me gustaría que se publicaran los movimientos de las cuentas corrientes de todos los miembros del Gobierno y del Parlamento, de los grandes empresarios y banqueros y de los propietarios de las grandes fortunas. Con lo que presuntamente han defraudado éstos habría dinero suficiente para que las pensiones se hubieran incrementado en un 50%, que los salarios de los empleados públicos no se hubieran congelado, que la sanidad y la educación fueran de la calidad que les exige nuestra Constitución y las leyes y el acceso a las mismas sería universal, habría menos parados y la atención a los dependientes sería más adecuada a las exigencias de un Estado Social y Democrático de Derecho.
Esperemos que los partidos de la oposición puedan corregir su ceguera y acudir con garantías a las múltiples citas electorales del presente año. No es conveniente que un Gobierno tuerto pueda dirigir las riendas de este país.