OPINIóN
Actualizado 11/02/2015
Juan Antonio Mateos Pérez

La semana pasada, Manos Unidas ha presentado su campaña contra la pobreza, "Luchamos contra la pobreza, ¿te apuntas?", intentando abrir caminos de lucha dentro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.  Sus esfuerzos van dirigidos a denunciar las causas de la pobreza y la puesta en marcha de acciones concretas para acabar con ella, dentro de un modelo de sociedad que no excluya a los más desfavorecidos.  

Ser pobre no sólo es la falta de ingresos, es mucho más. La pobreza supone una menor esperanza de vida y de morir de enfermedades prevenibles, una mayor tasa de mortalidad infantil, falta de acceso a un trabajo digno, a la educación, carecer de una vivienda adecuada.  También, significa mayor vulnerabilidad al delito y la violencia, acceso inadecuado a la justicia y los tribunales, así como la exclusión del proceso político y de la vida de la comunidad. Uno de cada cinco habitantes del mundo vive en una situación de pobreza, cerca de 1200 millones de pobres viven con menos de 1,25 dólares al día. Dentro de todas estas carencias, está el hambre de buena parte de la población mundial, según estimaciones de la FAO, en el periodo 2012 ? 2014, se calcula que unos 805 millones de personas están crónicamente subalimentadas. Es cierto, parece que se ha reducido el hambre, pero todavía son muchos los países, sobre todo de África, que los niveles del hambre son tremendamente alarmantes. Millones de personas en numerosos países están afrontando una crisis alimentaria causada por una verdadera tormenta compuesta de sequía severa, volatilidad de los precios alimentarios y conflictos bélicos interminables. Además, el problema del hambre, está exacerbado en numerosas regiones y países, por la vulnerabilidad de personas y comunidades.

Es necesaria una lucha seria para erradicar definitivamente la pobreza, denunciar las injusticias y las desigualdades. Pero, sobre todo, es necesario una concienciación no sólo ciudadana, sino de las instituciones del Estado, internacionales, financieras, culturales, sociales, etc., para que se abran a un diálogo sobre este problema que es doloroso y vergonzoso. Un diálogo, no sólo para buscar las causas, sino para buscar soluciones que ayuden a erradicar esta lacra definitivamente de nuestro entorno.

Dentro del pensamiento, sobre todo desde la filosofía política se han buscado soluciones al menos desde el marco teórico. Ahí está la debatida propuesta de John Rawls, donde subraya la justicia como equidad, por lo que los principios más razonables de la justicia son aquellos que serían objeto de acuerdo mutuo entre personas. Las desigualdades no son deseables, Rawls pone el acento en las distribuciones justas e igualdad de oportunidades y la necesidad de hacer compatibles la libertad e igualdad. Amartya Sen, habla más de igualdad de capacidades, la pobreza no reside en la distribución y redistribución de la riqueza, sino en proporcionar una igualdad inicial de desarrollo de capacidades que permita los funcionamientos concretos para que las personas tengan mejores oportunidades y así convertir sus derechos en libertades reales. Martha Nussbaum, desarrolla la igualdad de capacidades de Amartya Sen, pero afirma que la pobreza también está relacionada con las desigualdades de género, cuando ambas se combinan, se produce una aguda carencia de capacidades humanas, lo que conlleva a más pobreza. Para Thomas Pogge, la teoría filosófica de la pobreza tiene que ser una teoría normativa acerca de la justicia global, pues una pobreza extrema vuelve a las personas vulnerables y frágiles. Pogge, pone su acento en la en el diseño y la reforma de la estructura institucional global y de gobiernos e instituciones de los países en desarrollo implicados también en la pobreza. Pretende un concepto de justicia básico que sea plausible y aceptado internacionalmente, el fundamento ético se encontraría en la autonomía del otro como un ser valioso y la concreción este principio en los derechos morales. La pobreza extrema la considera como una violación de los derechos humanos y un delito del que son responsables la mayor parte de los países desarrollados.

Tal vez, sea necesario fundamentar los derechos desde las necesidades básicas, ya que existe un nexo con los valores. Las necesidades, sobre todo, cuando implican la muerte o la pérdida de derechos fundamentales, van dirigidas a algo que se considera valioso, comer, vivir, ser persona, etc., y, constituyen el contenido de valor que informa tales derechos. Entre necesidades y derechos hay una relación mediada por la existencia de una pretensión o exigencia fuerte, que en determinados casos puede traducirse en un derecho. Hay pues, una relación entre las necesidades y los derechos morales, para en un segundo momento, los derechos morales, puedan ser el fundamento de los derechos humanos.

En cualquier solución estamos implicados todos, debemos exigir una mayor responsabilidad a todos los agentes democráticos, tanto nacionales como internacionales y una respuesta eficaz ante un problema tan necesario ya.  Como creyentes, debemos entender la  necesidad de responsabilidad como justicia, ya ésta hunde sus raíces en el mismo corazón de Dios. Recordamos al profeta Amós (8, 4-8), recordaba que lo agradable a Dios no es el culto, sino la justicia. Oseas, que seguirá los pasos de Amós, insistía que  hay que conocer a Yahvé en la práctica, y esto significa eliminar del propio corazón la injusticia, la ambición, la violencia, el deseo de poder, etc. Para Isaías los valores del Mesías se concretaban en dos: la justicia y la paz. En esto insiste Jeremías, no se puede afirmar que se cree en un Dios liberador, sino se da la praxis de la justicia y la ayuda al desvalido.

En Mateo, ese Dios justo del AT, ha llegado a su revelación plena en Jesús de Nazaret. Conocer a Dios significa comportarse justamente con el hombre y defender sus derechos, sobre todo, la de aquellos que no se pueden defender a sí mismos. La acogida del Reino de Dios es acoger la justicia, la obediencia a la voluntad de Dios. Lucas consideraba a los pobres y oprimidos como los destinatarios de la justicia de Dios: "enviado para anunciar el mensaje gozoso a los desventurados, para predicar a los cautivos la libertad y a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" (Lc  4, 18 ss). Esa realidad profética, se ha cumplido en Jesús de Nazaret, que no sólo anuncia la Buena Nueva a los pobres, él ha sido uno de ellos.

Analizada limitadamente la realizad de la pobreza, quisiera recordar a un hombre, que como Jesús de Nazaret, se ha hecho pobre entre los pobres, Pedro Casaldáliga. Nos recordaba que todo es relativo, menos Dios y el hambre. Obispo de São Felix do Araguaia   y poeta de los pobres. En uno de sus poemas, nos insiste que primero sea el pan, luego la libertad. La libertad con hambre, es una flor encima de un cadáver?

 

Primero sea el pan

después la libertad.

(La libertad con hambre

es una flor encima de un cadáver).

 

Donde hay pan,

allí está Dios.

"El arroz es un cielo",

dice el poeta de Asia.

La tierra

es un plato

gigantesco de arroz,

un pan inmenso y nuestro,

para el hambre de todos.

Dios se hace Pan, trabajo para el pobre,

dice el profeta Ghandi.

 

La Biblia es un menú de Pan fraterno.

Jesús es el Pan vivo.

El universo es nuestra mesa, hermanos.

 

Las masas tienen hambre,

y este Pan es su carne,

destrozada en la lucha,

vencedora en la muerte.

 

Somos familia en la fracción del pan.

Sólo al partir el pan

podrán reconocernos.

Seamos pan, hermanos.

 

Danos, oh Padre, el pan de cada día:

el arroz, o el maíz, o la tortilla,

el pan del Tercer Mundo

 

Pedro Casaldáliga, Al acecho del Reino

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