A mí me da lo mismo que en un registro de pasajeros figure que he volado a La Coruña o a Benidorm. Seguramente, porque viajo poco y a sitios de bajo coste. Además, ni soy yihadista ni tengo cuentas ocultas en las islas Caimán.
Pues resulta que a bastantes eurodiputados eso les parece un ataque a la privacidad y llevan dos años bloqueando una iniciativa en que la se consignen dichos datos. A lo mejor es que a algunos de ellos no les interesa que nadie se entere de sus propios viajes a Suiza o al paraíso fiscal de Belice, con o sin maletín, con o sin querida/o, con o sin malversación de fondos públicos.
A los que no tenemos nada de eso, nos da exactamente igual.
Entiendo ?y agradezco? el interés de los europarlamentarios en preservar nuestra privacidad y nuestra intimidad ante unas autoridades que luego no se sabe qué van a hacer con nuestros datos personales. Los cines están llenos de películas que nos alertan de ello.
Pero sospecho que la norma bloqueada no inquiere sobre informaciones íntimas, desde la religión que profesamos, al partido que votamos, pasando por la vida sexual que practicamos. Más modestamente, trata de saber cuánto tráfago de ida y vuelta de yihadistas hay entre las milicias terroristas del Próximo Oriente y las células islamistas que anidan y se multiplican en los barrios de nuestras ciudades.
Ya ven: parece como si quienes quisiesen ocultar algo fuesen precisamente los europarlamentarios.
Paradójicamente, hoy día ya tienen los Estados mucha información sobre nuestras vidas ?menos de la que creemos? y quienes voluntariamente se la aportamos somos nosotros mismos. Basta con una ojeada a Facebook, Twitter y demás redes sociales para ver cómo nos desnudamos en ellas, y no sólo metafóricamente.
Donde nuestra privacidad e intimidad están en peligro es en esas redes y no en un modesto registro de viajes menos prolijo y detallado que las memorias escolares de cualquier colegio de pago.