OPINIóN
Actualizado 07/02/2015
José Luis Puerto

Bajo el puente que va hacia el hospital, hay un pequeño cubículo realizado con cartones, para vivir y protegerse de estos fríos tan intensos del invierno que pasamos. Junto a tales cartones, sobre algunas colchonetas y entre precarias mantas, dos o tres p

Hay un arquetipo, que ya viene de antiguo, para expresar esa situación de intemperie y desamparo en el que el ser humano se encuentra, dentro de una postergación a la que no siempre se pone remedio.

            Este arquetipo se encuentra también en el origen del cristianismo. Y lo hemos convertido en icono de las fiestas occidentales de invierno, sin reparar muchas veces en su significado profundo. Se trata del nacimiento y de la residencia en un cobijo precario, en las afueras de cualquier apoyo social, en ese refugio que apenas nos protege, pues se encuentra más a la intemperie que dentro de cualquier protección.

            Nos referimos, claro está, al nacimiento de Cristo en el portal de Belén. Sus padres buscaron posada, en la situación inminente de parto, y nadie se la ofreció. Los mandaban siempre para otro lado.

            En nuestra sociedad, a quienes sobreviven en tal arquetipo les hemos dado el eufemístico nombre de los sin techo, para quedarnos todos con la conciencia tranquila.

            Estos días, tal arquetipo se me ha hecho agudamente visible en nuestra capital salmantina. En los aledaños del hospital clínico (en las imágenes adjuntas al artículo), se están realizando obras y, para acceder al hospital, hay que bajar por unas escalerillas que nos permiten cruzar, bajo un puente que sirve de calzada de doble vía en sendas direcciones de la avenida de San Vicente, camino del centro hospitalario.

            Pues bien, bajo ese puente, hay un pequeño cubículo realizado con cartones, para vivir y protegerse de estos fríos tan intensos del invierno que pasamos. Junto a tales cartones, sobre algunas colchonetas y entre precarias mantas, dos o tres personas trataban de sobrevivir y de subsistir, dentro de ese abandono.

            Es la crisis. Pero es más que la crisis. Es la indiferencia social hacia quienes han de subsistir en los márgenes.

            Y, cada vez que hemos pasado estos días de atrás bajo ese puente, ese arquetipo de la precariedad abría en nosotros un sentimiento agudo de piedad hacia esos seres que estaban y están ahí, entre cartones y mantas precarias, como dejados de la mano de Dios, pero, sobre todo, dejados de cualquier auxilio social.

            ¿Nadie pondrá remedio a estas historias precarias que tratan de protegerse bajo nuestros puentes?

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