OPINIóN
Actualizado 05/02/2015
José Javier Rodríguez

El miedo ha hecho que muchas familias cedan las vidas de sus hijas, que cedan a vivir bajo un código de vida en el que voluntariamente no participaban y que haya un gran número de refugiados en los países vecinos.

 

Nuria Vázquez López, activista de Amnistía Internacional.

     Este año 2015 ha comenzado con varios acontecimientos espeluznantes de la mano de radicales islámicos. La semana pasada los sucesivos asesinatos en París nos han dejado con un tema recurrente en los medios y las conversaciones cotidianas: el terrorismo yihadista. Además del Charlie Hebdo y de las víctimas en Francia es inevitable, a la vez que recomendable, echar la vista a la situación en Nigeria.

     En este país africano desde 2002 se encuentra en activo la organización terrorista Boko Haram. El objetivo de este grupo sería la implantación de la ley islámica (sharía) mediante cualquier medio. Los ataques que se han dado sistemáticamente en los últimos años han sido desde secuestros hasta asesinatos en masa, magnificándose en 2014. Los sucesos más mediáticos han sido, por lo tanto, los más recientes: el secuestro en abril de las 200 escolares en Chibok y la utilización de niñas en ataques bomba.

     A pesar del alcance de los actos y de la preocupación nacional e internacional, Boko Haram sigue avanzando en su ofensiva. Secuestros, ataques bomba, violaciones o la destrucción de gran parte de las ciudades en los estados del Norte han provocado un pánico imparable. El miedo ha hecho que muchas familias cedan las vidas de sus hijas, que cedan a vivir bajo un código de vida en el que voluntariamente no participaban y que haya un gran número de refugiados en los países vecinos. Sobre esta última cuestión ACNUR estima un total de 135.000 de personas refugiadas durante el conflicto, 7.300 de ellas en este año 2015 hacia Chad.

     Además de estas cifras, son escalofriantes las de la última masacre en la ciudad de Baga, según Amnistía Internacional la mayor hasta el momento. Amnistía calcula que han muerto unas 2.000 personas mientras que Human Rights Watch señala que se ha destruido un 10 % de la ciudad. Simultáneamente se suceden ataques bomba en otros puntos del país, donde el recurso reciente es utilizar a mujeres y niñas por una supuesta menor sospecha.

    Está claro que el yihadismo es uno de los problemas sociales contemporáneos más complejos. Si a esto añadimos que el conflicto sucede en África se obtiene como resultado un terror inhumano sin atención suficiente y muy difícil de frenar. Las cifras estimadas de muertes, refugiados y los relatos en primera persona de personas secuestradas por la organización están impulsando a personas de todo el mundo a exigir la máxima actuación nacional e internacional hasta que finalice la barbarie que aplasta derechos humanos fundamentales como son la vida y la libertad. Ser conscientes es un buen primer paso para empezar a actuar.

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