La Naturaleza tiene también sus periodos electorales. Febrero es toda una campaña para la inminente primavera. Este mes promete más de lo que puede dar, se le va un poco la fuerza por la boca... Dice que lo arreglará todo con su luz creciente, con sus borrascas de agua y nieve ?¡ojalá!?, con la transparencia de sus aires, con la llegada de las primeras oleadas de aves estivales, con el avance del verde en todas direcciones, con la primera generación de las flores madrugadoras. Cierto es que sus intenciones no pueden ser mejores, pero luego se le acaban los días sin culminar proyecto alguno. No resulta infrecuente que incluso lo detenga y destroce todo con una ola de frío siberiano o que acabe con las esperanzas de los veneros al secarlos por completo. Tiene, pues, la condición de los adolescentes. Hermosísima condición por cierto la de ir de ninguna parte a parte alguna. Ser un conato de todo, final de nada.
Nos trae agua casi siempre febrero, y aunque sólo sea por eso y porque en las Españas siempre deseamos que llueva, vamos a comenzar describiendo los principales acontecimientos que van a desarrollarse en las aguas de nuestros ríos y lagos, Auscultemos los proyectos de los inquilinos de las corrientes. Allí abajo, cerca del fondo, donde el despeñarse de las aguas puede ser aguantado por los más pequeños seres sin ser arrastrados, veremos ya el triscar de las larvas de libélula y otros invertebrados acuáticos. Justo sobre sus cabezas todavía se mueve compulsivamente la trucha hembra, que procede a limpiar de vez en cuando sus miles de huevos que al mismo tiempo el macho riega con su semen.