OPINIóN
Actualizado 31/01/2015
José Luis Puerto

"El rumor más profundo de lo humano sigue manifestándose, si sabemos estar a la escucha"

La memoria es una de las facultades humanas decisivas. Uno de los textos más hermosos sobre ella y lo que significa se encuentra en las Confesiones de San Agustín. Merece la pena volver siempre sobre él. Pero ese deterioro cognitivo del individuo, tan presente hoy en nuestra sociedad, al que se le ha dado el nombre de enfermedad de alzhéimer, es uno de los desafíos que tiene la ciencia para atajar esa desgraciada pérdida de la memoria, que conduce a la pérdida de la identidad y de todo lo vivido.

            Escucho de madrugada en la radio historias sobrecogedoras. Los ciudadanos llaman y expresan sus problemas, anhelos, carencias, recuerdos... Estar a la escucha es un ejercicio extraordinario para tomarle el pulso a la gente corriente.

            Llama una mujer. Su padre padece alzhéimer. Y, a través de su memoria personal, traza un elogio de su progenitor, en el que se plasma toda esa pulsión psíquica y vital humana que nos conmueve.

            El padre trabajaba en una fábrica en una barriada de extrarradio de una gran ciudad española. Tenía tres hijas. La madre, todas las tardes, cuando se acercaba la hora de salir el marido de la fábrica, preparaba a sus tres niñas y las llevaba a un parque, por donde habían de pasar los hombres a la salida del trabajo, entre los que se encontraba su marido. Las muchachitas, cuando veían aquel grupo humano, se acercaban a él en busca de su padre, a cuyas piernas se abrazaban, tras haberles dado un beso a cada una.

            Después ?cuenta la mujer que llama a la radio? volvían todos juntos a casa y, tras bañar la madre a cada una de sus hijas, iban al comedor y el padre, una a una, las sentaba sobre sus rodillas y demoradamente las peinaba y les hacía las trenzas. Todo un gesto de amor, día a día, que iba tejiendo ese mundo de los afectos, y de la memoria, tan esencial para el ser humano.

            ?Pero ahora ?recalca la mujer? no se acuerda de nada. Está en una residencia asistida y no nos conoce. Siempre guardaré la imagen de mi padre ?continúa? haciéndonos las trenzas, sentadas una a una, por turno, sobre sus rodillas cálidas.

            Trenzas. Una historia de alzhéimer. El rumor más profundo de lo humano sigue manifestándose, si sabemos estar a la escucha.

Fotografía: Hipólito Martín

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