OPINIóN
Actualizado 31/01/2015
Manuel Lamas

Al hablar de condición humana hemos de observar, hasta en el más mínimo detalle, la relación que une al hombre con las cosas que le rodean. Pero no es fácil aventurarse por la selva de imprecisiones que conforma la vida.

Si estudiamos en profundidad los comportamientos de las personas vemos que, en la diversidad de conductas, descansa el equilibrio del conjunto. Pero no hablo de algo estable, sino de la presión que cada una de las partes ejerce para mantener activas a las demás.

Sin embargo, no todo  puede ser comprendido con reglas tan simples; más aún, si aceptamos que el proyecto humano no se cerró definitivamente. Se realiza en tiempo real, sustentado en los efectos que ocasionan los diferentes comportamientos. Es, por tanto, un proyecto abierto que se consolida al tiempo de vivir.

Pero la vida bajo estas condiciones es muy dura. Permanentemente hemos de tomar decisiones cuyos resultados desconocemos. Muchos de nuestros actos son equivocados y ocasionan no poco dolor. Es a través de ellos como aprendemos  a corregir la conducta. Nuestra libertad, por tanto, siempre estará limitada. No es posible decidir libremente cuando se desconoce la naturaleza de las opciones que se presentan. Tampoco se puede condenar a quienes, convencidos de elegir lo mejor, se extravían por caminos desconocidos.

La mente humana, capaz de transformar en luz lo que, a primera vista, parece sombra impenetrable, tiene un potencial asombroso. Pero su mayor activo reside en la convicción de que, la evolución, en todas sus formas, partirá de ella. No es posible desde otro lugar.


La creencia generalizada de considerarnos la especie elegida, por nuestras múltiples capacidades, nos sitúa ante un proyecto de ingentes proporciones. Pues, no podemos admitir que todo se encuentre debidamente organizado en origen y sólo en el hombre, esa programación, no se haya cerrado.

El desgarro que supone comprender que estamos por encima de todo lo creado y la ignorancia con la que realizamos la mayor parte de  nuestros actos, altera profundamente nuestra forma de vivir y nos llena de incertidumbre.

Muchos de nuestros proyectos futuros descansan sobre razones que hoy desconocemos. Serán las personas quienes, en último término, darán el salto necesario hacia otra forma de vida más evolucionada. Pero se trata de avances demasiado lentos en los que intervienen multitud de generaciones.  Ninguna de ellas podrá acreditar, con carácter exclusivo, la paternidad de los descubrimientos.

Tal vez seamos una parte ingobernable de ese todo armónico; algo que ha fallado al Creador al dimensionar la vida de las personas. Quizá se le haya ido la mano al Artífice Supremo al trazar la geografía huma, y una parte de su divinidad se haya derramado sobre la mente de las personas, y por esta razón, no seamos ni dioses ni hombres y nuestro último fin será alcanzar una cosa u otra.

Si aspiramos a la integración definitiva con Dios, hemos de abandonar nuestra condición biológica. Aún así, deberíamos de entenderlo.  Si lo que procede es seguir como  estamos; sin conocer nuestra finalidad mi la importancia de nuestra misión, alguien tendría que ayudarnos a caminar conforme a esta limitada condición. Sobre todo, limpiando nuestra mente de impurezas, para no aspirar a estadios de conocimiento inalcanzables.

 

 

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >La condición humana