OPINIóN
Actualizado 29/01/2015
Enrique de Santiago

            El viernes 23 se conmemoraba el asesinato de Gregorio Ordóñez. Una persona a la que, por defender una formación política democrática, le arrebataron la vida, de igual forma que los asesinos yihadistas remataron en el suelo al policía francés hace pocos días.

            El sábado 24 se celebraba el día del periodista y de su patrono San Francisco de Sales y, con él la defensa de la libertad de expresión que tanto los asesinos vascos, como los asesinos musulmanes, como todos aquellos que los comprenden, amparan, defienden o incluso colaboran con ellos, están dispuestos a cercenar.

            Son estos unos días en los que uno y otro están en cuestión. Los Derechos Fundamentales, no pueden ser discutidos o minorados, empequeñecidos o limitados por ninguna fuerza política democrática y aquellos que no los defiendan de forma activa, o comprendan a los que los perjudican, o pretendan acabar con ellos, vengan de donde vengan, deben de ser repudiados por una sociedad sana, inteligente y libre.         

           Cuando algún dirigente afirma que acabará con los medios de comunicación privada, lo que pone de relieve es su manifiesta incapacidad al diálogo, al respeto y tener un alma hermana con el dictador y no con el pueblo.

        Cuando un líder no es capaz de repudiar, sin ambages, la violencia, como instrumento político, el asesinato, el acoso, el "escrache", lo que denota es su falta de inteligencia e incapacidad para aceptar la democracia, la decisión popular, la cercanía con las revoluciones trasnochadas y su espíritu totalitario.

          Cada vez que un dirigente político cobija o comprende o, incluso, propugna o disculpa, la mordaza de un comunicador, o actúa en contra de la vida, la libertad de expresión, la integridad de las personas, lo único que demuestra es su catadura moral, ética y sesgo político fascistoide.

        En orden a la libertad de expresión también hemos de manifestar que esta no ampara el insulto a un pueblo, a una religión, a una creencia y quien así actúa no debe de ser amparado por más que se envuelva en la bandera de la impoluta libertad, pues realmente oculta una mácula de daño y perjuicio injusto.     Que no se debe de admitir la burla del Profeta, ni de la Virgen, de los curas, de los pueblos, de las razas, alegando el ánimo o "ius iocandi", pues ese derecho a la mofa o el de la, presunta en este caso, libre expresión tienen el límite, como siempre, en los derechos de los demás y el respeto al que no es como tú, al que no tiene la visión trascendente que puedas tener tú, al que no piensa como tú.

      Por tanto, libertad sí, siempre, pero siempre que no vulnere el derecho o la libertad de otro, en cuyo caso, en un Estado Democrático y de Derecho como el nuestro, deberá de actuar el Derecho, nunca, jamás, en ningún caso, la violencia.

       El político o politólogo que rechace o insulte los símbolos de su Nación (de la que vive, de la que se beneficia, a la que busca liderar,?), su Bandera, su Himno, su sistema político, sus creencias y el que ponga en cuestión los Derechos Humanos, el que disfrute o goce entre dictadores, asesinos, malandrines, por más que quiera, no es más que un tirano con rostro amable que sólo busca hacer su voluntad, engañando, robando, asesinando y vilipendiando a toda una sociedad, por más que algunos le sigan, pues la sanidad, la inteligencia, la consistencia ética y moral de un pueblo se pone de manifiesto en el rechazo a este tipo de individuos.

 

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