OPINIóN
Actualizado 29/01/2015
Toño Blázquez

Francisco Martín (de Villoria) fue veterinario toda la vida, un buen profesional. Eso me decía él, eso comentaban los amigos del círculo en que se movía, en el Ateneo. Paco, siempre fumando Paco, siempre, era un ser con un carácter sumamente peculiar y entrañable. Pareciera que se hubiera dedicado a las artes escénicas del entrenamiento en vez de solventar la salud animal; era un contador de historias alucinante, lo que hoy vendría a llamarse un cuentacuentos para adultos o algo así. Tenía un don: el de la comunicación a través de las historias, desmesuradas, fantasiosas, hiperrealistas y de la paradoja más desternillante. En las corroblas gastronómicas que montábamos en nuestras casas, en las excursiones?tener a Paco (alto, enjuto, de perfil aguileño, quijotesco) al lado era una sorpresa continua y no parar de reír. Un ser humano, positivo siempre, ingenioso hasta decir basta, con un punto de ingenuidad maliciosa que enamoraba al instante de conocerle.

 Y murió su esposa y luego la enfermedad le agarró a él? y dejó de ir por el Ateneo. ¡Cuánto le echamos en falta! Regresó un día, yo no le vi. Luis, el presidente, me dijo que había estado allí para despedirse, o a eso olían sus últimas palabras. Hubiera querido verle, quedarme con su figura más reciente en mi memoria.

 Nos dejó hace unas semanas Paco, el bondadoso engatusador, ese tipo de personas que no pasan al olvido de nuestra siempre frágil memoria.

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