OPINIóN
Actualizado 29/01/2015
María García

 

Han pasado solo cuatro días desde la victoria de Syriza en Grecia y ya hemos sufridos varias decepciones. Las primeras decisiones que ha tomado Tsiprás han caído como un jarro de agua fría en la izquierda española y europea. El pacto con la ultraderecha, difícil de entender a través de la razón y, la conformación, incomprensible, de su Gobierno, sin una sola mujer, ha desatado una gran oleada de indignación.

El Ejecutivo griego de Tsiprás lo conforman 10 ministros. Hombres con trajes empapados en testosterona y liderados por un macho alfa. Las pocas mujeres que nombra lo hace en un segundo nivel de poder. De los 41 viceministros y secretarios de Estado solo hay 6 mujeres. También desolador es la constitución del parlamento, de los 287 escaños solo 40 son mujeres.

La percepción que trasmite Tsiprás es que el poder sigue siendo un ejercicio masculino, despreciando la aportación de las mujeres y su capacidad de gestión, porque nadie puede creer que en el país heleno no pueda haber mujeres tan capacitadas o más que esos superhombres a los que llama "los mejores". La revolución griega nos devuelve a los tópicos machistas de los que no conseguimos desprendernos y, como dice la filósofa Victoria Sendón implica el peligro de que se instale, de nuevo,"la política del harén" "Cada jeque se rodea de sus chicas y elije a las menos molestas, a las mas sumisas, a las que no le van robar protagonismo, o como mucho, a las que le darán más votos"

La igualdad no se regala ni se otorga generosamente, es un derecho de todos y todas. Espero que tanto en Grecia como en el ámbito europeo se exija a Tsiprás que cumpla con la  igualdad real,  porque tanto en el Consejo Europeo como la Unión Europea ya se han pronunciado sobre la participación equilibrada de mujeres y hombres en el poder y en las tomas de decisiones, por entender que las mujeres son más de la mitad de la población y la democracia exige la paridad en la representación. Las mujeres constituyen la mitad de las inteligencias y de las capacidades potenciales de la humanidad y su infrarrepresentación en los puestos de decisión constituye una pérdida para la sociedad en su conjunto. La Declaración de Atenas proclama la necesidad de alcanzar ese reparto equilibrado de los poderes políticos y públicos entre mujeres y hombres y destaca la necesidad de realizar modificaciones profundas en la estructura de los procesos de decisión con el fin de asegurar dicha igualdad.

El sistema de cuotas, ha sido una medida muy cuestionada, pero sin duda ha servido como instrumento para introducir la presencia de las mujeres en algunos sectores de la sociedad. Sería una frivolidad renegar de éste instrumento y pensar que el solo hecho de acceder a puestos de responsabilidad a través de un sistema de cuotas minusvalora la capacidad intelectual de las mujeres. Hasta ahora los hombres que están en puestos de responsabilidad, por el hecho de ser hombres, no han garantizado mejor eficiencia y eficacia, por ello, dejemos a las mujeres demostrar su capacidad. 

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