OPINIóN
Actualizado 28/01/2015
Rafael Bellota Basulí

Hace unos pocos días el Papa recibió en audiencia privada a un transexual español, Diego Neria Lejárraga, después de que éste se pusiera en contacto con Bergoglio a través del obispo de Plasencia, quien se mostró también comprensivo con el caso de Diego ante el rechazo y la incomprensión que sufre en su ciudad por su cambio de sexo. A los 40 años, un año después de la muerte de su madre, Diego decidió poner fin a su tortura de verse en un cuerpo de mujer sintiéndose hombre desde niño. Se sometió a varias intervenciones en Madrid y cuando regresó a Plasencia, se encontró con el rechazo de la mayoría de sus vecinos. Peor aún, de su entorno católico, que como creyente y practicante desde siempre le rechazó con frases como: "¿cómo te atreves a entrar aquí con tu condición? ", al entrar en la iglesia, o "eres la hija del diablo", de boca de un sacerdote. Mandó la carta al Papa y el día de la Inmaculada, recibió la llamada directamente de éste: "Soy el Papa Francisco", añadiendo que sus palabras le habían "llegado al alma" y que quería conocerle. Diego asistió al encuentro con Francisco y durante la charla, preguntó al Papa "si había lugar" para él en la casa de Dios. La respuesta de Francisco fue arroparle en un abrazo El Papa ha dejado clara su postura frente a los gays y a la orientación sexual de las personas en varias ocasiones como cuando a pregunta de un periodista, respondió: "¿Quién soy yo para juzgarlos?". "Las personas homosexuales tienen que ser respetadas, como es respetada la dignidad de toda persona independientemente de su tendencia sexual". Tampoco es la primera vez que el Papa llama personalmente a España, el año pasado llamó a un joven de Granada que le había relatado por carta los abusos que sufrió por parte de varios curas. "Buenas tardes, hijo, soy el padre Jorge", le dijo antes de pedirle perdón. Son tantas y tantos los gestos de amor y comprensión que sigue ofreciéndonos el Papa Francisco, que me parece obligado comentarlos y difundirlos, para que cunda su ejemplo en estos momentos de intolerancia y radicalismo. Cuántas muertes y sufrimientos pasados, presentes y futuros se habrían y se podrían evitar si los líderes de las iglesias del mundo aportasen el mismo talante que aporta el líder de la iglesia católica. Posiblemente muchos, católicos de boquilla, meapilas y beatones se rasguen las vestiduras ante tales gestos de Francisco. Lo siento por ellos, por su estrechez de mente y su falta de amor. Como dice el refrán, en el pecado llevarán la penitencia.

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