OPINIóN
Actualizado 28/01/2015
Manuel Alcántara

Vivimos tiempos de zozobra en los que se incrementa en muchas personas la sensación de inseguridad por motivos muy diversos. La pérdida del empleo, la imposibilidad de promoción laboral en plantillas congeladas, una hipoteca que genera angustia al final de mes por no saber si se podrá pagar, las listas de espera en los hospitales que se demoran más y más, la eliminación de servicios sociales que hasta hace poco se creían insoslayables, la incomunicación de muchos. Son signos de una época cambiante ante los que se dice que poco se puede hacer, que el modelo vigente está para aplicar una terapia basada en el sálvese quien pueda. Y entonces es el momento para algunos de acudir al especialista que brinda una terapia especial con acompañamiento, el término anglosajón que lo identifica es el de coach.

 

En los procesos políticos ocurre algo similar. Hay instituciones que se desgastan, que no son capaces de canalizar los procesos para los que fueron diseñadas y que terminan siendo incluso disfuncionales. Hablamos entonces de la reforma de la Justicia, o quizá del Parlamento, también de la ley electoral, cuando no de la propia Constitución. Tras identificar el problema realmente existente se trata de encontrar las causas que lo originan para poder vislumbrar una solución concreta de propuesta de reforma. En el mundo de la política esta tarea se asigna a unos sujetos que se llaman consultores. A diferencia del coach, quien se supone adopta una forma neutra con respecto a su relación con su cliente prescribiendo soluciones no vinculadas con otro interés fuera del estrictamente profesional, el consultor en el mundo político es alguien con conexiones no solamente técnicas sino a menudo de afinidad ideológica.

 

La consultoría política en América Latina en el último cuarto de siglo ha sido un fértil terreno de incursión de profesionales españoles que se han movido a lo largo del espectro izquierda-derecha. En la mayoría de las ocasiones sus intervenciones se han realizado de manera discreta con lo cual ni se ha conocido quiénes eran los consultores ni el éxito o el fracaso de sus empeños. Hoy, la liza política española, inserta en un proceso que anticipa un cambio profundo en sus actores, muestra que quienes fueron consultores en ultramar son protagonistas de la misma y que sus credenciales comprobables en lo relativo a sus logros profesionales fueron magras aunque no tanto con respecto a sus pingües honorarios.

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