OPINIóN
Actualizado 25/01/2015
Enviado por arodri

La música es emoción. Por eso, leer con, sobre y a través de ella ayuda a identificar y expresar emociones y sentimientos. Cuando somos más pequeños descubrimos canciones para jugar y para compartir los ratos del recreo. Al crecer, encontramos otros ritmos y estilos que nos ayudan a estar relajados, a concentrarnos o todo lo contrario, a ponernos en marcha con energía desde primera hora de la mañana. Es innegable que todos conocemos alguna canción que nos hace llorar. Y a la vez recordamos alguna que nos saca una sonrisa.

Es importante poner en contacto con distintos géneros y estilos musicales a los niños desde que son muy pequeños para multiplicar también las distintas emociones que pueden experimentar a través de ellos. Y cuando decimos desde muy pequeños, nos estamos refiriendo a incluso antes de nacer. El oído es un sentido que se desarrolla rápidamente, cuando el niño aún se encuentra en el útero materno. Desde allí ya está inmerso en un mundo sonoro formado por los sonidos del latido del corazón de la madre.

De 0 a 6 años la mejor música que podemos compartir con ellos es el folclore. A través de él el adulto y el niño comparten raíces, recuperan el valor de la oralidad y crean momentos mágicos en torno a retahílas y canciones de cuna que además le ayudan a tomar conciencia de su propio cuerpo. Descubren los dedos de las manos con los Cinco Lobitos, se hacen cosquillas con Pandero, y se van a dormir acompañados de la Luna Lunera.

 

A partir de los seis años las posibilidades se amplían de una manera extraordinaria. Podemos ponerles en contacto con un nuevo formato, el libro- disco, que les permitirá descubrir una historia y a la vez disfrutar con la música que la acompaña. Ejemplos como Rolf y Flor de The Pinker Tones (Alba Editorial, 2012) o El Carnaval de los animales de Camille Saint- Saëns (Kalandraka, 2013) demuestran el buen funcionamiento del binomio música- lectura.

Desde los nueve años pueden incluso convertirse en los propios compositores de sus canciones con interesantes aplicaciones para dispositivos móviles que, de una forma muy sencilla, les permiten crear ritmos con distintos instrumentos o melodías. Songify (Smule, 2012) para rapear, o Toc and Roll (Venus in Furs, 2014) son dos interesantes propuestas que permiten explorar el mundo musical de forma autónoma.

Y a partir de los doce años, les tenemos que seguir orientando y recordando el abanico de posibilidades que tienen a su alcance. La música es uno de los  principales intereses de los adolescentes. Títulos como la trilogía de Javier Ruescas de Play, Show y Live (Ed. Montena) demuestran que les interesa leer sobre ella y sobre el universo que se crea alrededor: pertenencia a un grupo, el fenómeno fan, sentimientos que despierta, etc? Además, también pueden descubrir formatos transmedia de interés a través de sus grupos favoritos, como el que creó el grupo Vetusta Morla con la aplicación Los ríos de Alice (Delirium Studios Evolution, 2014), una aventura gráfica en torno a su música.

En definitiva, el poder de la  música unido al valor de la lectura facilita nuestro desarrollo personal desde la infancia y nos ayudará a ser más críticos. Al escucharla o leerla, no solo nos ponemos en contacto con nuestros propios sentimientos, sino que también favorece nuestro desarrollo intelectual e incremente el desarrollo de nuestra creatividad.

Es el momento. ¡Música, maestro!

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