OPINIóN
Actualizado 19/01/2015
Sagrario Rollán

En un vientre de ilusión colectiva. Así vivimos y es difícil nacer, porque los prejuicios, las necesidades prefabricadas, las ilusiones de libertad creadas artificialmente para luego cercenarlas o explotarlas hasta el ridículo envuelven nuestro imaginario y lo alimentan de fantasmas y miedos que nos impiden llegar a ser nosotros mismos.

El próximo 31 de enero se cumplirán 100 años del nacimiento de Thomas Merton (Prades Francia 1915- Bangkok, Tailandia 1968), monje trapense, poeta, escritor y pensador estadounidense, en diálogo constante con su tiempo, el siglo XX,   siglo de las dos guerras, de la guerra fría, de la guerra de Vietnam, de los derechos humanos, del mistificado mayo del 68, que muchos recuerdan hoy a la sombra invernal de las manifestaciones de Paris.

En La montaña de los siete círculos  (1948) - hermosa metáfora que traslada nuestra imaginación al arte de caminar en busca de horizontes que sacudan la modorra del redil y la mordedura del tiempo-  relata  su vida inquieta, desde la orfandad temprana que le llevaría por el mundo en busca de su identidad, hijo de artistas, adolescente extraviado pero no perdido, viajero por necesidad y por vocación, hasta instalarse en la Abadía de Gethsemaní  en Kentucky.  Desde allí va y viene ? cual boomerang  espiritual- a las cuestiones y a los lugares  candentes.

Merton fue un hombre  extraordinario, profundamente espiritual y activista comprometido con las causas sociales, católico y ecuménico capaz de abrirse  desde el aislamiento monástico a un diálogo  fecundo con otras culturas y religiones.

Estos días,  en que todo el mundo es Charlie,  me venía a la memoria uno de mis libros favoritos Incursiones en lo Indecible  (1966) donde encontramos  una aguda crítica al mundo contemporáneo en sus pretensiones de emancipación y libertad. La denuncia es clara " la vida colectiva está organizada sobre la base de la astucia, la duda y la culpabilidad. La verdadera solidaridad queda destruida por el arte político de lanzar a unos contra otros y el arte comercial de valorar a todos los hombres por un precio"

En Incursiones reflexiona sobre  la guerra de Vietnam, sobre el juicio a Eichmann en Jerusalén, o sobre la desobediencia de Thoureau frente al ferrocarril. Profetiza los peligros de la industrialización y la tecnología nuclear, y se adelanta a la sociología (de McLuhan, Postmann, etc.) al referirse al impacto  manipulador de los medios masivos de comunicación.

Incursiones es un libro atípico, a través de manifiestos, parábolas,  mitos y sátiras por ejemplo La lluvia y el rinoceronte, nos pone frente  al  absurdo y la angustia de la masificación,  como el teatro de Ionesco. Como Ionesco, como Godot, como Cioran, Merton adivina  un horizonte oscuro en la mitad del siglo,  sin embargo  su respuesta es la esperanza cristiana. Los temas de Incursiones son tan variados como un viaje alrededor del mundo en busca de  noticias o un paseo por las redes, pero en realidad se trata de un viaje interior que pretende encararnos con nuestros miedos y prejuicios, con las máscaras de piedad o de intolerancia que nos impiden crecer. Para Merton se trata de integrar y no de separar,  "nadie es una isla", difícil sustraerse, sin embargo,  a esa especie de tsunami  brutal de los medios que lanzan diatribas por todas partes , y alborotan y encrespan el vasto mar de nuestra naturaleza más profunda, bajo el pretexto fácil de la libertad. "No debemos permitir que se nos lance unos contra otros en comparaciones místicas, en ortodoxias políticas, literarias o culturales. No debemos estar hechos para devorarnos y desmembrarnos unos a otros para diversión de su prensa?,  no hemos de estar meramente a favor de algo o contra algo. Permanezcamos al margen de sus categorías,  inocentes e invisibles para los publicistas y burócratas"

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