OPINIóN
Actualizado 19/01/2015
Isabel Muñoz

Vengo el fin de semana a compartir algo de mi vida con estos niños y jóvenes etiquetados de fracasados escolares, infractores o excluidos sociales. Dejo a mi mujer y a mis tres hijas en casa y me vengo a estudiar con ellos, a hacer deporte o a montar a caballo.

Pero lo importante no es tanto lo que conseguimos hacer como lo que logramos vivir. Es un misterio lo que sienten y lo que valoran el tiempo que les dedicas. Mi experiencia es entrañable, hoy incluso han venido dos fugados por no decepcionar.

Si se sienten queridos son capaces de grandes cosas. Los echan de los colegios y no pueden estar en sus casas, muchos son adictos a las drogas y a los móviles, pueden robar y ser caprichosos, pueden hacer daño y es lógico que tengan mala imagen fuera. Pero mi experiencia con ellos no concuerda con la que otros me cuentan, yo les estoy agradecido porque me permiten exigirles grandes esfuerzos intelectuales y físicos. Nos entrenamos duro para sacar lo positivo, para aprovechar sus muchos talentos. Mi miedo está en generarle expectativas que yo no pueda cumplir por mi responsabilidad familiar o laboral. Ellos cuando estoy no fallan, es cuando piden "tiempo libre", cuando se bajan del sueño, cuando no hay tiempo, cuando rememoran la soledad cuando se desorientan y llega el otro yo. Pueden trabajar soñando, pero no pueden trabajar a secas.

A mí hasta el día de hoy me han hecho mucho bien y ya son más de veinte años. Me orientan como padre y me permiten trascender, me rejuvenecen y enriquecen la vida de mis hijas.

Me han abierto los ojos respecto a lo que de verdad importa. Dan otra perspectiva de la educación y lo social. No necesitan caridad, ni asistencialismo, necesitan inversión en sus posibilidades como personas y trabajadores competentes que necesitan formación profesional y humana como cualquier otro niño.

Yo no entiendo las subvenciones a cambio de nada. Yo entiendo salarios mínimos, o ayudas familiares pero con un compromiso real y una utilidad.

No se puede cambiar la pobreza con asistencialismo, sino con justicia. Lo poco que dedican a lo social, encima lo reparten mal. Ahora más que nunca hay que posibilitar un porvenir a los jóvenes con una inserción laboral y una emancipación familiar. Tienen que poder construir su familia y sus sueños laborales y afectivos, quieren tener hijos y vivir en pareja.

Funciona quererles, es una experiencia religiosa, tengo la sensación de no saber qué he hecho para merecer su respeto y su confianza.

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