OPINIóN
Actualizado 16/01/2015
Juan Robles

Éste es el slogan elegido por los responsables de la campaña y jornada de la Infancia Misionera hace ya más de medio año, antes por supuesto de que nos pudiéramos imaginar un slogan parecido como el de "Yo soy Charlie Hebdo".

La barbarie perpetrada en los días pasados en París, después del sobresalto, la indignación y las reacciones violentas de diverso signo, normalmente sin llegar al abuso de la fuerza, y con miedo o vértigo ante lo que puede ser el futuro de nuestra sociedad y de nuestro mundo, que nos lleve al abismo de la muerte y la desaparición, o por lo menos al sometimiento por el miedo bajo la esclavitud de la falta de libertad. Precisamente las reflexiones de estos días, al filo de las violencias sufridas, ha ido por la línea de subrayar sobre todo la falta de libertad y la necesidad de defenderla por encima de todo, en su capacidad de libre expresión. Y precisamente parecería que la reflexión debería más bien ir por la línea del reconocimiento y la defensa de la dignidad de la persona humana, antes y después de su nacimiento y hasta el final de su vida natural.

Sólo el reconocimiento de la dignidad humana, que exige precisamente la defensa del valor de la vida, como el primer valor humano sobre el que se apoyan todos los demás, puede llevarnos a la humanización de una vida en la que se reconocen buen número de derechos humanos, aunque después no sea tan fácil la defensa de los mismos.

Precisamente el cultivo de la formación del hombre, y especialmente de los niños, es lo que pretende el movimiento de la infancia misionera, que se apoya entre otras cosas, en el instrumento de la campaña y jornada de la Infancia Misionera o, como antes se decía, de la Santa Infancia. Es una de las cuatro obras misionales pontificias, que hoy más fácilmente cobijamos bajo el título general de las misiones. Nos dice el Papa Francisco que la salud de una sociedad se apoya sobre el respeto y el cultivo del saber y del obrar de los niños. También la salud de la Iglesia depende en buena parte del cuidado de nuestros niños.

La Jornada de la Santa Infancia se celebra cada año en el cuarto domingo del mes de enero. Éste año con el lema de "Yo soy uno de ellos", que se orienta a ayudar a los niños a comprender que todos disponemos de la misma dignidad y, en consecuencia, somos iguales; en lenguaje cristiano, somos hermanos, y todos han de ser tratados con estilo evangélico y a todos se ha de ayudar a percibir esa dignidad básica de todos los hombres. Es más, todos deben sentirse responsables de la construcción del corazón humano que exprese el amor entre todos los componentes de la humanidad, y aun de cada sociedad.

No termino sin hacer alusión a otro acontecimiento que viviremos en los próximos días: se trata de la celebración de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Otro movimiento, ya más que centenario, el movimiento ecuménico, que aspira a encontrar caminos de fraternidad y de actuación y testimonio coordinados, de cara a la propuesta del mensaje común cristiano de que, como hijos del mismo padre Dios, todos somos hermanos y debemos sentirnos responsables de la construcción de un mundo construido sobre la práctica del amor. Esta Semana Ecuménica se celebra entre el 18 y el 25 de enero de cada año, participando en ella católicos, protestantes de diversas iglesias y ortodoxos de diferentes denominaciones.

Con niños o con adultos cristianos, tenemos la tarea de afrontar el desafío de la violencia, el egoísmo y la corrupción de todo tipo, y de ir construyendo entre todos esa nueva sociedad del amor y de la fraternidad, única manera de fundamentar la esperanza y la confianza del hombre en el hombre, conservando y perfeccionando la vida, y viviendo con la dignidad de la libertad.

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >Yo soy uno de ellos