OPINIóN
Actualizado 10/01/2015
Jorge Moreno / El Norte de Castilla

Va siendo hora de recoger el Nacimiento de casa hasta el año que viene, aunque bien podría emular a algunos conventos y a la mismísima Plaza de San Pedro dejándolo puesto en el salón de casa hasta las Candelas. Cuando me decida, sacaré el papel alisado tras desenvolver las figuras y volverá a cobrar una forma nueva, adaptándose a la silueta de los pastores, de los Reyes Magos, de la mula y el buey ("que nunca faltarán en el belén", dijo Benedicto XVI; "que no estuvieron en el portal de Belén", dijo la prensa que dijo el Papa), de San José, de la Virgen María e incluso del Niño Jesús, que va a resultar ser el protagonista de las fiestas que ahora concluimos (ni el sobrecito del anuncio de la Lotería, ni el mensaje del príncipe... digo del rey, ni las transparencias de Cristina Pedroche).

 

Compartirán caja durante once meses tres barbados magos encaramados a un camello con un recién nacido acunado en un pesebre. Los primeros, puestos en camino para postrarse ante el segundo: "Hemos visto su estrella y venimos a adorarle". Buscadores de la Verdad, sin miedo, humildes en la sabiduría y sabios en la humildad. Melchor, Gaspar y Baltasar camino de Jesús, guiados por la estrella. Viendo los extensos reportajes fotográficos de la Cabalgata que recorrió Salamanca el pasado 5 de enero todavía no he encontrado rastro de uno de ellos. A Melchor sí le he avistado, también a Gaspar, y cómo no a Baltasar. Una estrella parece que les iba abriendo camino, e igualmente la he logrado distinguir sin necesidad de telescopio. Pero por más que he rebuscado entre las fotografías y preguntado a algún testigo presencial, no he logrado toparme con el tal Jesús. Sí, el Niño al que se supone que iban a adorar los Magos. El Niño que, acompañado por María y José, abría siempre la Cabalgata a la que me llevaban cuando creía en los Reyes Magos desde la fe de niño (ahora creo en ellos desde la fe de adulto, y no han pasado tantos años). Era un Belén viviente, con su Ángel y su Estrella, precedido por su cortejo de pastores, a modo de Cruz de Guía de un desfile popular enraizado en la cultura cristiana. Hoy, en Salamanca y casi todos los pueblos y ciudades, los Magos no siguen el camino que lleva a Belén, y es que el valle que la nieve cubrió ahora se ha cubierto de mitología Disney y asociados, políticamente correcta, con su asepsia aconfesional tirando a laicista. Malos tiempos para la fe, sí, pero no mejores para la cultura.

 

La decana de las cabalgatas, la de Alcoy, sigue culminando con la adoración del Niño Jesús; la de Sevilla ha sacado esta vez un Niño Jesús del siglo XVIII, convenientemente entronizado, que Él sí es Rey; pero son honrosas excepciones. En casi todas, ni rastro del Niño Jesús. Ni rastro de Dios. Es como si a Sus Majestades de Oriente les estuviéramos ahora enmendando la plana, y donde ellos pusieron búsqueda de la Verdad, nosotros ponemos magia de la que se evapora al acabar el truco de cada 6 de enero. No estaría mal que en la Cabalgata de 2016 volviera a aparecer Jesús como el mejor de los regalos, "una gran alegría que lo será para todo el pueblo".

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