OPINIóN
Actualizado 10/01/2015
Fructuoso Mangas

La palabra respeto proviene del latín respectus y significa "atención" o "consideración". El diccionario de la RAE dice: 1. Veneración, acatamiento que se hace a alguien 2. Miramiento, consideración, deferencia.

Es una actitud básica que está en la base de toda la convivencia humana, de forma que cuando se pierde o se rebaja o se reparte según moda o prejuicio, la quiebra social puede acabar, a poco que se alimente, de mala manera. Nuestros días, como los días de todos años de todos los siglos que nos han precedido, lo demuestran en casi todos los espacios en los que unos y otros nos cruzamos.

La vida es quizás el primer valor que todos tenemos que respetar, la nuestra y la de los otros, hasta el punto de que discutimos si es lícita la pena de muerte o, por el otro lado, la eutanasia. Por eso no respetar la vida de otro, sean las circunstancias que sean (¿podemos aprobar fríamente que en tiempo de guerra es lícito y/o legal matar al enemigo? ¿Y quién decide desde el respeto quién es mi/nuestro enemigo?) es la peor maldad que una persona puede cometer. Es la violencia más horrorosa, más inhumana y más execrable. Y aquí no cabe excepción alguna en ningún caso en ninguna parte del mundo. Y ahí entra la justicia; y sólo ella, sin acompañantes.

Detrás vienen valores humanos importantes que todo ciudadano que se precie de ello, sea de andar por la calle como tú y yo o de andar por las cimas del control social, debe respetar en respetuoso juego de prioridades: ¿propiedad privada o bien común?, ¿ofensa de hecho, de palabra o libertad de acción?, ¿irrespetuosa irrisión de lo que para el otro es intocable o libre desenvoltura del que actúa o se manifiesta porque opina lo contrario?, ¿quién fija con suficiente autoridad moral que un juez pueda quitar la vida a un individuo y que, todos lo vemos claro, supongo, nadie pueda tomarse la justicia de ajusticiar a alguien por su mano?. Es un juego de respetos que hay que ejercer lúcidamente, con mucha honestidad, muy  democráticamente, en todas las direcciones.

Y desconcierta (y ya sé que esto es casi una trivialidad en un tema de tanto respeto) que mientras nos dolemos, con razón y con ira, de la violencia que trae muerte y venganza, asistamos si llega el caso a una muerte provocada en una cárcel de California; o por poner contradicciones más menudas, mientras en un campo de fútbol de castiga con dureza por un insulto, y con razón, luego en cambio ese mismo insulto multiplicado por mil y contra lo que sea, da igual, se pasea impertérrito e inocente por espectáculos, cadenas y publicaciones. Desconcierta esa irrespetuosa falta de lógica distributiva.

Duele ante todo la vida rota. Y duele el amor ridiculizado, duele la esperanza secuestrada y duele la fe despreciada; duele la trivialidad ante lo profundo; duele la ceguera ante lo que otros dicen ver y duele todo lo que se pisa (peor sería pisotear) sin respeto a los otros. Duele. Y que ningún dolor, por injusto que sea, nos lleve a la venganza, ni de palabra ni de obra.

 

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