OPINIóN
Actualizado 08/01/2015
Abel Sánchez

En el momento de escribir estas líneas me encuentro absolutamente sobrecogido por la noticia de la matanza realizada en la sede del semanario satírico francés CHARLIE HEBDO. Tres hombres encapuchados, armados con fusiles, han entrado en la sede del periódico y han asesinado a sangre fría a doce personas, al grito de "vamos a vengar al profeta".

                        El semanario ya había sufrido otros dos atentados anteriores, que causaron importantes daños, por su defensa de la libertad de expresión y su negativa a ceder a las amenazas recibidas por publicar chistes y caricaturas sobre el Islam y determinados personajes de esta religión.

                        Por la forma en que se ha producido el brutal atentado, el fanatismo que alienta a los asesinos, la irracionalidad y el fondo faccioso de los que no soportan la libertad, ha venido de forma inmediata a mi memoria la terrible matanza sucedida en el despacho de los abogados laboralistas de la calle Atocha de Madrid, de la que este mismo mes se cumplen 37 años y que cada año se conmemora en Salamanca porque uno de los asesinados, SERAFÍN HOLGADO, era nuestro convecino.

                       

La pretensión de quienes realizan estas acciones, o más bien de quienes están detrás de ellas porque los asesinos fanáticos no son capaces de pensar, es amordazar a los ciudadanos, acabar con las libertades y poder imponer a la fuerza sus intereses. Para ello camuflan sus acciones en falsas explicaciones ideológicas o religiosas y se aprovechan del fanatismo de unos grupos aborregados; buscan además el enfrentamiento ciego entre grupos sociales, la reacción airada contra colectivos que nada tienen que ver con las acciones de los asesinos. Este atentado será utilizado por la extrema derecha creciente en Francia para justificar su xenobofia y su racismo. No podemos caer en esta trampa; el atentado de Atocha fue el final de la extrema derecha pistolera en España, la reacción del pueblo español demostró su madurez y supuso el punto de inflexión para la legalización del PCE y el inicio de la transición, la asunción de que merece la pena luchar por la libertad; esperemos que el pueblo francés, cuya lucha ha legado los más altos valores de democracia, republicanismo y laicismo, encuentre en este horrendo crimen el camino de una renovada lucha por la libertad y no se deje llevar por la irracionalidad de Le Pen y sus acólitos.

                       

Acciones como esta ponen de manifiesto el valor de la libertad y la necesidad de luchar por ella cada día, nos enseñan que lo peor que puede sucedernos es aceptar el yugo que los poderosos nos quieren imponer. Por ello es preciso defender cada día la libertad de todas las mujeres y los hombres, sea frente a los fanáticos religiosos o de cualquier otro tipo, sea frente a los racistas que se creen superiores a otros seres humanos, sea frente a los machistas que menosprecian a la mujer, sea frente a los dictadores que imponen su ley a sangre y fuego, o sea frente a los supuestos demócratas que nos gobiernan al dictado de los poderosos, que sumen a sus pueblos en la miseria y les amenazan cuando ven peligrar sus privilegios utilizando el miedo para torcer la voluntad popular.
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