OPINIóN
Actualizado 05/01/2015
Sagrario Rollán

Los ritos son en el tiempo lo que la morada es en el espacio, dice Antoine de Saint- Exupéry (1900-1944), de todos conocido  por El principito.  Los ritos conducen el hilo luminoso de una especie de relato-río, poema en prosa inacabado, conjunto de meditaciones filosóficas  de publicación póstuma, titulado Citadelle (1948)

En Citadelle Saint- Exupéry  perfila la concepción ética de un humanismo  seriamente amenazado por las ideologías  del poder y la guerra, la obra comenzó a escribirse en 1936 y sus más de seiscientas páginas eran algo fragmentario y desordenado cuando la muerte sorprendió al autor en pleno vuelo, como al protagonista de su Vol de nuit .  El fervor  que alienta estas reflexiones, en las que se exploran las etapas esenciales de la vida del individuo en su relación con  la familia, el hogar, el trabajo, en fin la comunidad,  nos abre a su afán de trascendencia más allá de orientaciones políticas, credos religiosos o clases.

La voz narrativa es la de un  bereber que atraviesa el desierto y debe conducir a su pueblo a través de pruebas  que son las de toda epopeya humana, las de cualquier crisis o peripecia histórica, cada vez que se pone en peligro a las personas y se sacrifican su dignidad en pro del lucro, el poder, el consumo u otras idolatrías. El arquitecto, el centinela, el geómetra, el jardinero, son otras tantas figuras del que ha de gobernar, educar, guiar, orientar a los hombres en busca del bien, la verdad y la belleza a fin de vivir una vida hermosa.

"Los ritos son en el tiempo lo que la casa en el espacio. Porque es bueno que el tiempo que pasa no parezca desgastarnos y perdernos, como un puñado de arena, sino colmarnos"  Aprendemos a caminar, aprendemos a habitar, aprendemos a hablar:   decir o  callar cómo caminamos, cómo habitamos. Entre el andar,  el habitar  y el decir vamos tejiendo la vida, alimentando el árbol, engendrando el hijo, ganando el pan, construyendo el amor, la libertad, el deseo. Todo aquello que nos hace humanos y nos libera de la necesidad inmediata, de la utilidad para la mera supervivencia.

Los ritos son tan necesarios que los expresamos casi sin darnos cuenta,  a no ser en fechas señaladas como éstas,  y a pesar de la desacralización de las sociedades modernas: una maratón, las uvas, los regalos, los conciertos, las campanadas. No importa  (¿o si?) que los ritos se hayan vaciado - los que lo fueron-  de su sentido religioso, no importa que desconozcamos o queramos ignorar su origen, el rito está ahí. Su celebración nos nace de la sangre y el espíritu en momentos cruciales de paso, como impulso de renacimiento, para reafirmar nuestra voluntad de vivir y  ser más allá del tiempo y de la muerte. Donde hay ritos buscados, queridos, creados,  hay vida biográfica con sentido. Es nuestra manera de soportar el tiempo y sostenerlo a modo de ofrenda,  poema, obsequio, sin que nos venza o nos aplaste.

Los griegos tenían  dos divinidades del tiempo: Cronos significa el tiempo que devora y Kairos, el tiempo propicio que plenifica, consuma, realiza. Mientras que el tiempo cronológico (de calendario y reloj) desgasta, el tiempo-kairos es el momento oportuno, decisivo o trascendente, una abertura de luz y gracia en la rutina,  pues "es bueno que el tiempo sea una construcción. Así camino de fiesta en fiesta, de aniversario en aniversario, como en la infancia caminaba en casa de mi padre, y todos los pasos tenían un sentido"

Que de fiesta en fiesta seamos capaces de construir entre todos un feliz y fecundo año 2015.

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