OPINIóN
Actualizado 05/01/2015
Francisco López Celador

CANTALPINO | "Querida hermana Fe, gracias por habernos enseñado la fórmula para encontrar tiempo para los demás; gracias por haber gastado tu vida de forma tan útil"

En cierta ocasión, cuando un sacerdote celebraba el funeral de su madre muy anciana, le oí la siguiente expresión ?que ya nunca olvidaré- : "Cuando fallece una madre, por muy anciana que sea, siempre es demasiado pronto". En mi caso, acabo de asistir al entierro del primero de mis hermanos, mi hermana Fe López Celador (*), que a los 80 años ha sufrido un episodio cardíaco de desenlace rápido, y que, como es natural, para mí no significa sólo el primero de la serie de hermanos que fallecen. Ha sido algo mucho más íntimo, más elevado y, con el dolor aún reciente, precisamente de eso quiero hoy hablaros.

Mientras estuvo a nuestro lado, mi hermana era un ser simpático, amable, bondadoso, abierto a hacer el bien, como tantos otros hermanos que, afortunadamente, todavía abundan en nuestra sociedad. Al fallecer es cuando ha adquirido su exacta dimensión; ha aflorado a la superficie todo aquello que ella llevó a cabo a lo largo de toda su vida, sin hacer ruido, sin darse importancia ?como debe ser-, sacando tiempo de no sé dónde y estando dispuesta siempre a hacer más feliz la vida de quienes más desfavorecidos estaban: Cáritas, Teléfono de la Esperanza, Residencias de ancianos, etc. saben de sus andanzas. Como todavía le sobraba tiempo, después de

jubilada como Maestra Nacional, estudió Teología, además de innumerables cursos en la Universidad de la Experiencia. El alma con que Dios la dotó aún estaba abierta a nuevas misiones  y se consagró como laica en el Instituto de Auxiliares de Jesús. Muchos pueblos de la Sierra de Salamanca pueden dar fe de cómo ella, acompañando a varios sacerdotes de la Diócesis, acudía los domingos a explicar la Palabra de Dios y repartir la Comunión.


Pero aún había más y ahí están los movimientos de Vida Ascendente y el de Misiones donde ocupaba sus ratos libres. Como digo, todo esto, que era su vida normal, ha resurgido con fuerza en los comentarios del inmenso número de personas que han acudido a rendirle el último tributo de agradecimiento, y que han hecho que su familia nos sintamos muy orgullosos de ella y, a la vez, le demos gracias a Dios por habernos regalado todo este tiempo un alma como la suya. Un cuerpo tan menudo albergó un corazón grandísimo que, no obstante, ella se encargó de gastar completamente en hacer el bien a los demás. Pero, sobre todo, su alma ya ha trascendido este mundo y, como creyentes, estamos convencidos de que Dios, que es todo amor, la habrá acogido a su lado para gozar del Reino que tan a pulso se ganó en esta vida. Querida hermana Fe, gracias por habernos enseñado la fórmula para encontrar tiempo para los demás; gracias por haber gastado tu vida de forma tan útil. Muchas gracias por tu ejemplo, sigue echándonos una mano desde arriba y descansa en paz.

MÁS INFORMACIÓN:

Fallece a los 80 años la maestra Fe López Celador

(*) Natural de Cantalpino, fue maestra y estuvo vinculada a diversos movimientos y entidades eclesiales

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