OPINIóN
Actualizado 03/01/2015
Julio Fernández

Profesor de Derecho Penal de la Usal.

En uno de esos programas que todas las televisiones nos ofrecen la noche de fin de año, me sorprendió el cantante Miguel Bosé cuando, ante la petición de la presentadora de un deseo para la gente en 2015, manifestó lo siguiente: "salud, trabajo y dignidad". Algo que, evidentemente, comparto plenamente. Aunque reflexionando después me hice la siguiente pregunta: ¿Qué tiene que estar pasando en una sociedad libre y avanzada como la nuestra para que uno de los deseos que pedimos para los demás sea la dignidad?. Se puede pedir salud, trabajo, amor, dinero o felicidad porque son bienes que pueden ganarse o perderse, fruto, muchas veces del azar.

El trabajo, aunque sea un derecho fundamental proclamado (entre otras disposiciones normativas) por nuestra Constitución Española, sabemos que, por desgracia, en nuestra sociedad nunca hemos llegado a disfrutar del pleno empleo. Pero la dignidad es algo que nos pertenece a todos los seres humanos por el hecho de serlo.

Desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948, en su artículo 1: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos", hasta el artículo 10 de nuestra Carta Magna: "La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social", son ejemplos paradigmáticos de referentes normativos nacionales e internacionales que reconocen que tiene la misma dignidad el rey que el indigente, el obispo que el encarcelado o el catedrático de universidad que el peón de la construcción.

Sin embargo, la realidad social y política de nuestro país hace que la dignidad de muchos seres humanos esté sufriendo ataques despiadados por parte de nuestros gobernantes. Y no solamente porque no destine los recursos públicos a satisfacer las necesidades básicas de los ciudadanos a las que está obligado en un Estado Social y Democrático de Derecho, sino también con medidas legislativas, como la reforma laboral, que incrementa los privilegios de los empresarios y debilita los derechos de los trabajadores. Que en nuestro país haya casi tres millones de niños pobres, que las desigualdades sociales hayan crecido considerablemente, que las condiciones laborales de los asalariados sean cada vez más precarias y que el estado del bienestar sea cada vez más una entelequia, son ejemplos de actos de envilecimiento, humillaciones y tratos degradantes que lesionan gravemente la dignidad de las personas.

Y, aunque los datos macroeconómicos sean mejores que hace un año ?según el Gobierno?, Rajoy no debe ocultar algunas cifras que desconoce la ciudadanía. No discuto que se haya trabajado para la recuperación económica en esta legislatura, pero al comienzo de la misma había 4.420.00 parados y ahora hay 4.512.000, los afiliados a la Seguridad Social eran 17.248.000 a finales de 2011 y ahora no llegan a 17 millones. Si reflexionamos sobre la deuda pública, a finales de 2014 supera los mil millones de euros, mientras que al principio de la legislatura era de 737 millones. Por su parte, el fondo de reserva de la Seguridad Social era de casi 67 mil millones de euros a finales de 2011 y ahora no llega a 50 mil millones. A todo esto se une que el número de españoles que emigra a otros países es de 236 por cada día, mientras que al principio de la legislatura era de 165.

¡Qué pena que tenga que incluirse como deseo para el nuevo año la dignidad!, esa que siempre debe ir a nuestro lado. Como afirmaba el poeta italiano Ugo Foscolo, "considero que, mientras vivamos, el único asilo envidiable al cielo y a los hombres es la dignidad de nuestra alma".

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