OPINIóN
Actualizado 29/12/2014
Alfonso González

Cuando veo a los abuelos-canguro llevar y traer a los chiquillos a los colegios; y sacarlos a los parques para que sus hijos disfruten de más libertad; y llevarlos a los conciertos a los que nunca fueron ellos; y pasearlos orgullosos calleZamoraabajo-vueltaalaPlaza-calleToroarriba; y olvidar sus nombres, ¿cómo me llamo? esperando que sus nietos los recuerden; y repetir sin ruborizarse sus gracias una y otra vez; y arrasar con los "guasás" en las redes sociales; y gastarse la pensión en comercios de ropa y artículos de bebé (que han proliferado como hongos); y aprender las canciones infantiles que ignoraron con sus hijos; e inventarse lenguajes que suponen hablan en la infancia; y babear sin pudor encima de los críos (que se protegen como pueden de los zombis); y aburrir a los conocidos cuando por educación se interesan por ellos; y obligar a los niños a mentir cuando les preguntan: ¿quién soy?

No me lo puedo creer.

¿Nos ha sabido a poco maleducar a nuestros hijos?

¿No terminan de irse de casa y ya nos ocupamos de los nietos?

 

Desconozco qué virus les inoculan las criaturas para que personas normales se aborriquen hasta la irracionalidad. Algunos, los casos más graves, en ausencia de los protagonistas tiran de fotos, vídeos y móviles para seguir con la gansada.

 

Deduzco que la responsable debe ser la chochez, relaja la corteza cerebral y la lengua; o la envidia, si su vecino no tiene nietos; o la impunidad, el sol puede salir por Antequera o por donde quiera; o la venganza, ese niño pagará en la misma moneda; o la alegría, a fin de cuentas la madre ha salido con bien del trance; o el consuelo, en un visto y no visto se vuelven a sentir útiles, o un sueño de futuro, conscientes de que nadie pervive más allá de dos generaciones; o la ilusión, quizás ese niño alcance lo que ellos no han sido capaces de conseguir; o el egoísmo, ese marrón no se lo van a comer ellos; o el asombro, descubren de sopetón que la única inmortalidad es la de los genes; o los remordimientos, aquellos que en su día descuidaron la paternidad; o el quitapesares, para quienes la excesiva responsabilidad les impidió disfrutar de sus hijos; o, simplemente, la esperanza, porque tal vez la inocencia sea el remedio que necesita la Humanidad. 

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