OPINIóN
Actualizado 28/12/2014
Maguilio TAVIRA

Hace unos días que he empezado a detectar páginas que, sin mi concurso consciente, estallan cuando me conecto a Internet e intento abrir alguna dirección concreta. No se trata de virus o malware que se haya instalado a mi pesar e inadvertidamente en mi ordenador. Uso varios y sucede en todos ellos y tampoco se resuelve la insoportable grosería restaurando el equipo a fechas pretéritas. No. Por eso he llegado a la conclusión de que es algo que sucede ajeno a mí y a pesar de mí; o sea un ataque a mi libertad y una intolerable vulneración de mi voluntad.

 

Y he comenzado a acordarme de cosas que han sucedido y que han llegado a imponérsenos de tal manera que resultan ya, por cotidianas e inevitables, normales en nuestras vidas.

 

Hace varios años ?no tantos- la gente común no teníamos cuenta en los bancos. Recuerdo bien que, cuando comencé a trabajar en el Clínico, la administración que entonces hubiera me exigió contratar una cuenta bancaria para poder abonarme el salario. Hasta entonces yo había venido cobrando mediante el típico sobre mensual ?que entonces, destaquémoslo- no tenía nada de canalla ni barcenesco. Pero, al comenzar en el Clínico, ya hubo que abrir cuenta bancaria.  Pocos años después, recuerdo perfectamente el debate que tuvimos en el Secretariado del sindicato en que entonces militaba sobre si exigir a los militantes que abriesen cuenta para poder domiciliar el pago de las afiliaciones.

 

El Rey Juan Carlos I vino a inaugurar oficialmente el Clínico ?que ya venía funcionando meses antes- en 1976. Es decir, va a hacer apenas cuarenta años de aquél momento. O sea, nada de nada (si Veinte años no es nada, que dice el tango, cuarenta serán el doble: nada de nada).

 

El excursus cronológico viene a cuento, simplemente, de situar el transcurso del tiempo en su justa medida, para observar que los bancos ?el capital, los que mandan- vienen teniendo técnica similar a lo largo de la historia: primero nos crean una necesidad que no teníamos, la extienden hasta hacerla imprescindible, y luego comienzan a cobrarnos por ella. La gente de mi edad se acordará perfectamente de que antes ibas al banco y te ofrecían una remuneración por dejarles tus ahorros allí. Hoy te cobran hasta por decirte el dinero que tienes en la cartilla. ¡Hasta ochenta eurazos en el caso de las herencias!

 

Y este recuerdo, unido a la impertinente publicidad que se abre en mi ordenador cuando trato de visitar, pongamos por caso, la página de la Biblioteca Nacional, me ha traído a las mientes, y me ha hecho pensar.

 

Hoy día, gran parte de la mucha tecnología que nos hace la vida más fácil, es gratis ?o casi- aunque sea perfectamente prescindible, o quizá por eso mismo. Y me asusta pensar qué pasará cuando no lo sea; es decir, cuando no tener dirección electrónica, perfil de feisbuk ni guasap equivalga a no existir, ¿cuánto nos querrán cobrar por ello?.

 

¿Se acuerdan ustedes cuando las transferencias eran gratuitas y pagar las cuotas de la comunidad era un simple trámite, apenas costoso y nada gravoso?, ¿Recuerdan cuando las cuentas eran remuneradas y no había comisiones de mantenimiento?.

 

Bien, pues con ese recuerdo en el occipucio dirijan los ojos al momento en que Internet sea imprescindible, y saquen las consecuencias.

 

Hoy por hoy existe una página estupenda que permite bajarse libros en formato electrónico y que ha anunciado su cierre definitivo para el próximo uno de enero, porque entra en vigor no sé qué ley ?que se llamará de protección de la propiedad intelectual pero que en realidad protege las actividades vampirescas de las editoriales- en cuya virtud ya no van a poder intercambiarse gratuitamente ficheros de tal índole. Pero, oiga, si yo me bajo únicamente libros de Zorrilla, de Nietsche, de Baroja ? incluso de Galdós (sin que me paguen nada por bajármelos), ¡cómo es que me van a prohibir seguir haciéndolo, si los derechos de autor prescriben a los cien años!.

 

Pues parece que pueda ser un delito. Ahora bien, que me cobren 10,28 ?uros por bajarme el libro de algún papanatas de moda no es delito, por lo visto, aunque si, tras leerlo yo se lo presto a mi mujer sin volver a pagar otros 10,28 ?, el que está delinquiendo soy yo.

 

¿Pero, nos hemos vueltos locos? ? No. Son las nuevas formas que tiene el capital de seguir manteniéndonos esclavizados.

 

Y tiene pinta de que lo vayan a conseguir ? a menos que se lo impidamos.

 

Salud y suerte...  y ¡cuidado con las inocentadas!

Feliz 2015.

 

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >Vivan las Caenas