En ciertas épocas del año, por ejemplo Navidad, donde el afán por consumir abruma a más de uno, se hace muy patente la necesidad que tenemos, cada vez más, de ser creativos.
No estamos hablando de que todos llevemos un artista dentro, ni mucho menos. Hay gente que confunde creatividad con talento, y nada más lejos de la realidad. Ser creativo es ser capaz de generar nuevas ideas o conceptos, o nuevos asociaciones entre ideas y conceptos conocidos, que habitualmente producen soluciones originales.
Todos tenemos la capacidad de ser creativos. Está en el hemisferio derecho de nuestro cerebro. El problema es que tradicionalmente, y muy potenciados por el papel de la escuela, nos invitan a desarrollar solo el izquierdo, y con él el pensamiento lógico, matemático y racional. Nos olvidamos a muy temprana edad de la fuerza de la intuición, de la empatía y de las sensaciones, que residen en el derecho.
Así que a la hora de regalar tendemos a los centros comerciales; cuando enviamos felicitaciones, utilizamos el reenvío directo de alguna que alguien nos ha hecho llegar previamente y, si nos mandan buenos deseos, los devolvemos. Sin más.
Cambiemos. Vamos a regalar abrazos y fiestas sorpresas. Juguemos con el Whatsapp o con Twitter a crear nuestros propios buenos deseos. Envolvamos nuestros regalos a mano, pensemos en la persona que tenemos enfrente al regalarlos, ¿qué puede necesitar, qué me dice su mirada? Recordemos la última conversación, algún sueño compartido. Hagámoslo realidad. La Navidad es pura magia, como la creatividad.
¡Felices y creativas fiestas, lectores!