OPINIóN
Actualizado 25/12/2014
Martín Gil

< Los entrenadores creemos que estar en el banquillo es ser entrenador? Si se está para estar no se puede ser, y si se está para ser no se puede estar? El ser se relaciona con el tuétano de lo que somos, con nuestra esencia, con nuestras habilidades para un desempeño? Una persona es entrenador cuando posee capacidad, destreza, talento, conocimientos y habilidades sociales, sabe de jugadores y conoce las posibilidades del juego para dirigir un equipo de fútbol? El entrenamiento es su estrella polar. Se pregunta permanentemente que puede hacer para mejorar los entrenamientos, no qué argucia debería desempolvar para ser primera plana? Solo somos alguien si estamos en un banquillo? El banquillo es la nueva cruzada a la que los entrenadores nos entregamos en cuerpo y alma. Damos la vida y el ser por alcanzar nuestra particular Jerusalén? El fútbol (como todo juego) tiene en el azar un componente que lo hace atractivo e impredecible? Se exigen resultados, pero resultados inmediatos que sostengan la confianza, la paciencia y la credibilidad del proyecto en el que participamos, ya sea profesional, afectivo, personal, recreativo? Somos presa de una sobreestimulada adoración al aquí y al ahora? Se premia el logro y se ningunea el propósito de conseguirlo. Sólo el resultado vale y su condición de deidad sacraliza por defecto los medios que se empleen en alcanzarlo? Nunca hemos sido tan utilitaristas, tan resultadistas? Importa llegar, no cómo hacerlo? Época de prisas por la satisfacción del logro? No hay ni método ni entrenadores infalibles. Todos los entrenadores ganan y pierden? Los medios de comunicación son el nuevo César en cuyo pulgar está el futuro de los entrenadores. Si el César señala al cielo con su pulgar, habrá redención. Si apunta al suelo, habrá un cadáver en cuestión de minutos? La lupa de aumento no la colocan en la destreza, sino en la servidumbre? No se busca un entrenador, se busca un consolador social? Los entrenadores tenemos miedo a desaparecer de los medios porque eso es sinónimo de ostracismo, abandono, menosprecio social. Si no aparecemos en los periódicos, en la radio, en la televisión, en Internet, la diferencia entre nosotros y el hombre invisible es nula? Entre todos hemos pulverizado el viejo concepto de entrenador como timonel de un equipo? Para poder estar, el entrenador ha abdicado de ser entrenador? Aparecer en televisión es estar? ¿No llegará un  momento en que el entrenador termine pagando por entrenar un club?. >

(Síntesis, al estilo Saramago, del libro "Cultura (s) del fútbol", capítulo "Shakespeare y el entrenador contemporáneo", escrito por Juan Manuel Lillo).

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