OPINIóN
Actualizado 23/12/2014
Isaura Díaz Figueiredo

NAVIDAD
Antes que la luz enferma haya muerto, o el fuego frio deje de calentar, quiero abrir la puerta con la llave rota y escuchar el sonido de los goznes. Me había prohibido regresar.


Todo huele a yeso, a humedad, a miga de galleta, a olor de soledad, a fechas cercanas a navidad, a casa paterna. Mi madre esperaba, inquieta, nerviosa, su dulce sonrisa y su voz cantarina  me daban la bienvenida Luces parpadeantes en el árbol de papel, guirnaldas y lazos de colores, anunciaban que ya todo estaba preparado para la  "gran noche".


Observo tus ojos  dormidos un lejano verano que miran con honda serenidad, la profundidad y el misterio, entre mis brazos llevo cenizas de sueños, quiero sentir por última vez mis pasos sobre las crujientes maderas, llenar las pupilas de recuerdos soterrados, regresar serenamente al espejismo gris, cristal inquebrantable de los ayeres.
Hoy, su sonrisa color sepia, reposa embalsamada en la foto de "una navidad," encerrada en el marco de terciopelo rojo, colocado sobre la mesa, junto a las gafas de pasta marrón, y, el amarillento libro deja ver un trozo de papel, seguramente marcando una página que alimentaba sueños nunca reparados. Un halo de blanca luz, nimba sus negros ojos, y el fleco de la luna reposa sobre su cérea piel.


Te miro, y una nube de constelaciones embriaga el ambiente. Un crujido de hielo me hace regresar a la realidad, en lo más íntimo, sé que el cuarto de atrás nunca existió, lo construí en mis horas de niña asustada, rodeada de juguetes que nunca jugaron. Había sido un refugio cósmico, tejido entre aromas de canela y nostalgia,  de violetas crecidas en tierra sedienta de ternura, escarchadas   en la fatiga del tiempo.

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