OPINIóN
Actualizado 22/12/2014
Sagrario Rollán

"Si la ayuda y la salvación han de llegar,  sólo puede ser a través de los niños. Porque los niños son los creadores de la humanidad." Así se expresaba la doctora y pedagoga María Montessori (1870-1952) en tiempos  terriblemente convulsos,  pues le tocó vivir tres guerras.

La Navidad, un cuento olvidado, una cancioncilla, desencadenan fácilmente cierta nostalgia improductiva de la infancia.  Mas el pasmo de ternura y jovialidad ante el niño recién nacido fue siempre una promesa, desde tiempos inmemoriales las tradiciones religiosas lo celebraron y santificaron como esperanza de salvación:  el niño sagrado, el dios-niño, el espíritu de infancia.

Según María Montessori ''tocar al niño es tocar el punto más delicado y vital, donde todo puede decidirse y renovarse, donde todo está lleno de vida, donde se hallan encerrados los secretos del alma''.  Embrión espiritual y mente absorbente son dos expresiones acuñadas por ella para expresar por un lado la necesidad de expansión y nutrición  del alma infantil,  y por otro la eficacia y gracilidad con que el niño pequeño aprende.

Recordemos que  fue primero médico,  de esta ciencia extrajo muchas observaciones que luego le indicarían el camino de una pedagogía expansiva y no restrictiva. Se estrenó en la pedagogía por tener que participar en el cuidado de un grupo de niños "desahuciados" intelectualmente. De modo que la nutrición y  cuidados del pequeño hambriento de estímulos la llevarían al paralelismo del desarrollo embrionario, para significar la necesaria y sana "pasividad" del maestro. No atiborrar de palabras, consignas o instrucciones,  sino asistir al  gestarse natural  del espíritu infantil, facilitando las tendencias, en principio saludables -o deseosas de salud-  en el niño.  "La tarea del educador solo puede tener como base la normalización del niño y así conseguir la normalización del hombre y la renovación de la sociedad ".

Hubo un tiempo en el que todos  fuimos niños y teníamos prisa por crecer, hubo otro tiempo en el que crecíamos demasiado deprisa y quisimos volver a ser niños?, pero siempre soñábamos con liberarnos de los adultos, de los que nos tutelaban primero desde fuera, o de "la persona mayor" que nosotros mismos habíamos llegado a ser,  asfixiando fatalmente nuestra infancia después.  

"El instinto más grande de los niños es precisamente liberarse del adulto."  El niño para Montessori es propiamente el sujeto y no el objeto de la educación, con una visión holística (de totalidad) y orgánica ( de un desarrollo jerarquizado), de  potencialidad absoluta y promesa  genuina.   El niño,  en su apariencia inerte y vulnerable, no el futuro adulto, ni el ciudadano en ciernes, ni la mano de obra barata y explotada que denunciara un siglo antes que ella Charles Dickens, fue para la doctora lo que inspiró todo su quehacer y los métodos de la nueva pedagogía que rápidamente se extendió por todo el mundo.

Pero a pesar de su enorme influencia  metodológica,  sobre todo en el jardín de infancia y la escuela primaria, sus grandes ideas,  los horizontes espirituales que abriera,  permanecen hoy en el olvido. En buena parte objetivos y métodos burocratizados, completamente ajenos a ese esplendor que ella intuyera,  ensombrecen la originalidad propia del "embrión espiritual".

Entre la dulce Navidad, el gris didactismo de los cuadernos escolares que acabamos de cerrar, y  la amarga realidad del terrorismo capaz de atacar escuelas por el mundo,  bueno será recordar  que "el niño, guiado por un maestro interior trabaja infatigablemente con alegría para construir al hombre. Nosotros educadores, solo podemos ayudar... Así daremos testimonio del nacimiento del hombre nuevo."

 

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