ALBA DE TORMES
Actualizado 21/12/2014
M.Fuentes /F.González

ALBA DE TORMES | Manuel Martín Cruz desvela las relaciones y encontronazos de Santa Teresa con el mundo del toro

Fue hace un tiempo, cuando regresábamos de visitar la ganadería de Victorino Martín, como hacemos cada año, Pepe Manolin,Toño Torano, Moreiro y yo. El viaje, dicho sea de paso, se hace un poco pesado, ya que desde primera hora de la mañana, cuando salimos hacia Moraleja (Caceres) para visitar tambien los famosos "Patas Blancas" de Sánchez-Cobaleda, hasta que acabamos en "Las Tiesas de Sta. María" (Coria), finca donde se encuentran los "victorinos", el cansancio se hace notar.

Vaya desde aquí nuestro agradecimiento a Victorino, padre e hijo, así como a Modesto, mayoral de la ganadería, por las atenciones que tienen con nosotros cada vez que vamos; y especialmente a Modesto, que no nos deja en todo el día, desde que llegamos hasta que terminamos cenando en su casa de "LasTiesas", atendidos fenomenalmente por su mujer Marta, para después afrontar los más de 200 kilómetros que nos esperan de regreso hasta Alba.

Pero volvamos a lo que interesa. En ese viaje de vuelta hacia Alba, me decía Toño que tenía que escribir algo de toros para el programa de fiestas de octubre, alguna historia de esas que le cuento cuando regresamos de alguna corrida de San Isidro que ha sido mala y el viaje se hace aburrido, puesto que de lo visto en Las Ventas no hay nada que decir. Haciéndole caso, y con un poco de esfuerzo (pues me cuesta bastante escribir), me puse a pensar en qué se podía decir sobre los toros que estuviera relacionado con Alba; os recuerdo que Toño ya había escrito en programas anteriores sobre el famoso toro "Civilón", que se dejaba acariciar por las personas, y sobre Curro Caro, torero muy ligado a este pubelo, pues tenía aquí una peña taurina, y además D. Miguel Gutiérrez le compuso un pasodoble. Por cierto, cuando esto se publique en octubre puede que tengamos ya la cabeza del toro de nombre "Capuchino", al que Curro Caro le corto en Madrid las dos orejas y el rabo, que Pepe Yáñez tiene pedida a la Peña Taurina Eibarresa, de Eibar,  donde ahora se encuentra  expuesta.

Buscando posibles temas,  me acordé de unos pasajes de la vida de Santa Teresa, referidos a las fundaciones de los conventos en Medina del Campo y en Duruelo, y que pensé que os gustarían a todos, fuerais o no taurinos, ya que la protagonista era la Santa. Este es el asunto.
 
MEDINA DEL CAMPO

El primer episodio que os voy a contar ocurre durante la segunda fundación del Carmelo, en  Medina del Campo, el día 15 de agosto de 1567. Santa Teresa, junto con tres religiosas (María Bautista, Inés de Jesús, y Ana dela Encarnación), un sacerdote, (Muñoz) y el venerable  Julián de Ávila, llegan a Medina del Campo la noche del día 14, víspera de Nuestra Señora, al convento más antiguo de los cuatro creados en aquella ciudad, llamado monasterio del Carmen Calzado de Sta. Ana, que al parecer había fundado un caballero natural de Ávila, de apellido Renciso. En la actualidad este monasterio no existe, y es donde hoy está la Plaza del Carmen.
Como era la víspera de la fiesta de Nuestra Señora, esa noche se encerraban los toros que al día siguiente se iban a correr. La mala suerte hizo que que uno de ellos se saliera de la manada y se dirigiera al grupo de Santa Teresa y demás religiosos. Puede imaginarse el miedo que pasaron en ese momento, al ver cómo se les venía un toro y no tenían dónde meterse. Pero allí estaba Santa Teresa para frenar la embestida: cuando la Santa dio una voz o seña, lo que fuere, el toro se frenó y pasó sin embestir a ninguno  del grupo. Así lo cuenta Teresa en el libro de Las Fundaciones:

"Llegamos a Medina del Campo, víspera de Ntra. Sra. de agosto a las doce de la noche; apeámonos en el monasterio de Sta. Ana, por no hacer ruido, y a pie, nos fuimos a la casa. Fue harta misericordia del Señor, que en aquella hora encerraban toros para correr al otro día, no nos topar alguno. Con el embebemiento que llevábamos no había acuerdo de nada, mas el Señor que siempre le tiene de los que desean su servicio, nos libró."
 
DURUELO

El segundo episodio que le ocurrió a la Santa con toros bravos fue durante la fundación de Duruelo. Después de haber instaurado monasterios para monjas en Ávila, Medina del Campo y Valladolid, Teresa creyó oportuno establecer un primer convento de frailes Carmelitas. D. Rafael González le ofreció una casa, pequeña y casi en ruinas, que tenía en una pequeña aldea llamada Duruelo. En noviembre del año 1568, partió para aquel lugar fray Juan, quien comenzó en seguida la restauración, trabajando sin descanso día y noche. Poco a poco, aquello va tomando aspecto de convento. Más tarde emprende viaje hacia Duruelo  la Madre Teresa, acompañada de algunas religiosas y dos mercaderes.

Su nueva casa todavía no está terminada, es preciso trasladar unas piedras y vigas grandes y los Descalzos carecen de medios de transporte. La Santa convoca al amanecer a unos cuantos vecinos de la aldea en demanda de auxilios y limosnas; pero el lugar está lleno de pobres. Según le dijeron, la única persona que podía socorrerla, si Dios le tocase el corazón, era el dueño de aquellos campos, un hombre tan rico como perverso de sentimientos y endemoniado de espíritu. Sin pensarlo, Teresa se dirigió a la casa de aquel hombre, acompañada por Julián de Ávila y Antonia del Espíritu Santo. Ante la puerta estaban los criados, que le preguntaron: "¿Qué desea la monja?". Enterados del objeto de la visita, y frunciendo un tanto el ceño, añadieron: "Sí, sí, aquí vive ese hombre, pero es muy malo. Créanos: el demonio que saliera del infierno no nos trataría con tanta dureza y crueldad. No se atreva a pedirle nada."

Sin dar importancia a lo que le cuentan, la Santa entra a verle, y es recibida con este saludo: "Salid de mis campos o mis toros os echaran a la fuerza". "Señor" ?dijo  Teresa- "vuestros toros vengo buscando, y por amor de Dios, prestadme una pareja, para limpiar la casa y arrastrar unas vigas y unas piedras". Al salir de la casa, la esperaban los criados ansiosos de saber qué había ocurrido en aquella corta entrevista: "Me ha concedido dos bueyes, el Pinto y el Bardino; yo los unciré". Al oír esto, los criados se quedaron asombrados, ya que esos bueyes no eran de labor sino toros bravos, que estaban reservados para la primera corrida que hubiera en la ciudad.
 
El rico perverso les dijo a los vaqueros: "Acompañad a esa monja, apartad si podeis el Pinto y el Bardino, para que ella los ate al yugo, y si los unciere se los regalaremos, para que levante su convento." La Santa se dirigió a los toros, mientras Julián  de Ávila y Antonia del Espíritu Santo lloraban con amargura ante el peligro de muerte  al que se exponía la Madre Teresa, pues era mucho el furor de aquellas fieras; pero al eco de los silbos y retañidos de las ondas de los vaqueros, los dos toros se apartaron de la manada como corderos, obedientes a la voz de la Santa que les decía: "Venid a mí, que ya no sois de vuestro amo sino míos." Y, en presencia de todos,  rascó, acarició y ató al yugo los dos toros.

El hombre rico, que esperaba ver volar por los aires escapularios, tocas, velos  y monjas, se encuentra con este espectáculo inimaginable. Viendo cómo Santa Teresa acaricia a Pinto  y  Bardino, su corazón, duro como una piedra, empieza a ablandarse; y  la mirada de la Madre, tierna y delicada, le hizo bajar del caballo para postrarse a sus pies, pidiéndole perdón por sus intenciones diabólicas, al mismo tiempo que le ofrecía cuanto necesitara para la nueva fundación, de la que fue protector.

Todos empezaron a alabar a Dios: Santa Teresa, poque tenía bueyes para trasladar las piedras y las vigas; el hombre rico, porque se encontraba más feliz con el corazón blando y bueno; y los criados, porque de allí en adelante se verían tratados con más cariño y amor.

***

He aquí, pues, las dos veces que Santa Teresa tropezó en su camino con toros de casta brava. En ambas supo dominar la situación para pasmo de sus acompañantes, quienes, llenos de temor y de asombro, lloraron ante lo sobrenatural y milagroso de la conducta de nuestra Santa.

MANUEL  MARTíN CRUZ (MAYO 2004)

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