OPINIóN
Actualizado 21/12/2014
José Luis Puerto

"Hay siempre un sueño de la luz en el ser humano, que, a lo largo de la historia, se ha ido manifestando de muy distintos modos, a través de muy distintos anhelos, tanto individuales como colectivos"

Pese al ruido y la furia que la caracteriza en nuestra sociedad y en nuestro tiempo, la Navidad es una celebración que tiene otro carácter. Es cristianización de fecha de solsticio y, por tanto, es una fiesta de celebración de la luz.

            Hay siempre un sueño de la luz en el ser humano, que, a lo largo de la historia, se ha ido manifestando de muy distintos modos, a través de muy distintos anhelos, tanto individuales como colectivos.

            El nacimiento de Cristo trajo a occidente una nueva luz. Habló de la fraternidad y del amor; de que, en cada ser humano, por el hecho de serlo, está la huella de lo sagrado. Podríamos decir que el cristianismo ?pese a tantos desmentidos de la iglesia y de las iglesias a lo largo de la historia? propone, como ideal de vida, la utopía de la fraternidad.

            El sueño de la luz es muy poderoso siempre. ¿En qué podría consistir hoy? Estos días, se ha producido un desgraciadísimo hecho, marcado por el terrorismo y la barbarie, como es el del asesinato en Peshawar (Pakistán) de más de cien niños y niñas. ¿Sigue siendo posible este ataque a la dignidad y a la sacralidad del ser humano?

            Donde hay niños ?decía Novalis? hay siempre una edad de oro. Y tal edad de oro no puede ser masacrada de modo impune sin más. La protección de la niñez, por ahí tendría que ir ese sueño de la luz hoy, entre otras cosas. Y, como en todas las vacaciones escolares, la demanda de que permanezcan abiertos los comedores escolares para tantos miles de niños hoy sub-alimentados en nuestro país, no parece calar en nuestras autoridades, que, cínicamente, hablan de sobrepeso para esquivar sus responsabilidades.

            La niña vendedora de fósforos ?habitante inmortal del cuento de Andersen? sigue portando el sueño de la luz, pese a que una noche de invierno se quedara aterida, en la intemperie, bajo la helada y las estrellas de Dios.

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