OPINIóN
Actualizado 20/12/2014
Julio Fernández

Profesor de Derecho Penal de la Usal

Con motivo de la Navidad, los programas de radio,  televisión y los suplementos de los periódicos, hacen hincapié en narrar experiencias de personas que, por el azar de su destino laboral y social ,no pueden estar junto a sus seres queridos en estas fiestas.

La primera experiencia escuchada en la radio es la de una pareja joven que junto a sus hijos pequeños emigraron a Finlandia no hace mucho tiempo. Contaba la chica que en España temía quedarse embarazada porque su jefa laboral la iba a despedir irremediablemente. En cambio, en Finlandia, no sólo no la despidieron sino que su jefe actual se alegró muchísimo y puso sus medios materiales y personales a disposición de la embarazada respetando escrupulosamente todos los derechos sociales de la joven (permisos, licencias y compensaciones económicas). Sabemos que en España, por desgracia, muchas trabajadoras se sienten coaccionadas por sus empleadores y no quedan embarazadas por temor al despido. Incluso muchos empresarios argumentan que en el puesto de la futura embarazada contratará a otra persona, retribuyéndola con menos salario, aprovechando la legislación laboral basura que ha aprobado este Gobierno en la presente legislatura. La segunda, es la de otro emigrante español que contó, desde Noruega, que tanto él como su esposa tenían, además de las vacaciones anuales y los permisos de libre disposición, 10 días retribuidos de permiso para pasarlo con su hijo y así compatibilizar mejor la vida familiar y laboral. En España ocurre todo lo contrario. Un ejemplo ha sido la decisión unilateral del Gobierno adoptada hace casi tres años de reducción de días de vacaciones y de asuntos propios para los Funcionarios Públicos.

Hace unos días también escuché en la radio que unas abogadas llevaban denunciando desde hace un año ante su Colegio de Abogados (aunque no les hacían caso) el trato denigrante, vejatorio y humillante que sufrían al acceder por uno de los arcos detectores de metales que hay a la entrada de una prisión de Canarias. Contaban que había una clara discriminación respecto a otros profesionales que accedían a prestar sus servicios en ese centro (a los que no obligaban a pasar por el arco, incluso si pasaban, en ningún caso obligaban a quitarse el sujetador al resto de trabajadoras, ni eran objeto de sorna por parte de quienes presenciaban el registro). Por desgracia, estas prácticas ocurren con demasiada frecuencia en los distintos negociados de la Administración aunque se denuncien pocas y lo de las abogadas de Canarias es sólo la punta del iceberg que necesita una mayor implicación investigadora por parte de la propia Administración y de los Tribunales de Justicia que, como sabemos, tienen el deber de controlar la legalidad de la actuación administrativa, así como el sometimiento de ésta a los fines que la justifican, según lo dispuesto en el artículo 106 de nuestra Constitución.  

En todo lo expuesto hay una diferencia clara entre las relaciones laborales en España y las de otros países de nuestro entorno geográfico y cultural. Mientras en los países nórdicos los diferentes Gobiernos (sean del signo político que sean) se han preocupado por invertir muchos recursos públicos en educación, sanidad, justicia, servicios sociales e igualdad en derechos laborales para los trabajadores de ambos sexos, en España, la preocupación por la inversión ha sido en infraestructuras inútiles como aeropuertos sin aviones (Castellón o Ciudad Real), en faraónicas instalaciones deportivas que utilizan tan sólo élites determinadas (Circuito de Cheste en Valencia o Velódromo Palma Arena, en Baleares) o en autopistas de peaje innecesarias. Y todo ello con la única finalidad de llenar los bolsillos de empresarios, banqueros y políticos corruptos, a los que, curiosamente, como a Carlos Fabra, les sonreía la fortuna porque les "tocaba la lotería" sistemáticamente Navidad tras Navidad.

Desde este, mi humilde rincón del Duero, desde el Mirador de la Code de Mieza, que me conmueve, me inspira y me emociona, mi deseo para Navidad es que nuestros gobiernos trabajen por los ideales de libertad, igualdad, justicia, tolerancia y solidaridad, que haya una mejor distribución de la renta y la riqueza, que haya empleo y derechos sociales para todos, que el salario y las condiciones laborales sean dignos, que tengamos mayor empatía hacia los problemas de los demás y que las relaciones interpersonales (en los ámbitos sociales, laborales y políticos) se humanicen cada día más. Son derechos que corresponden a todo ser humano simplemente por el hecho de serlo. Si trabajamos bien, sabemos que las utopías de hoy serán realidad mañana. Hay que intentarlo. Solo así conseguiremos esa felicidad que, en estos días, tanto pedimos para los demás. ¡FELIZ NAVIDAD!

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