OPINIóN
Actualizado 19/12/2014
Eugenio Sánchez Redondo

   Esta frase ya ha sido mencionada por varios colegas columnistas en diferentes momentos, pero siempre me hace reflexionar cuando vuelvo a escucharla.

 

   En estos días han ocurrido diferentes episodios, Miguel, uno de nuestros catequistas en Puente Ladrillo, nos recordó el sentido de la Navidad a niños y padres y sus palabras no están vacías, todo lo contrario, hilando con este sentir de generosidad de pensamiento me encuentro con otra escena algo dantesca; camino a recoger a nuestros hijos un día lluvioso, un joven pronuncia improperios a una pareja porque éste no quiso cederles el paso derecho en la acera y la pareja (personas de avanzada), se lo reprocharon.

   De la educación al incivismo en sólo unos metros de distancia, me planteo la educación que todos recibimos y que por lo visto en este caso no hace tan diferentes.

   Una amiga profesora y voluntaria, Chus, me decía que dedica tiempo a intentar inculcar valores de convivencia, más allá de la mera acumulación de conocimientos propios de su materia.

   Otro compañero que se despide de su columna en el diario Marca, Gabriel  Masfurroll, desde la Fundación Alex, entidad de apoyo a personas con capacidades diferentes, vivió y vive en persona a través de sus columnas y recuerdos a aquél niño que fue y ya no está, como nuestro querido Fabio, o Carmen, o Eugenio entre otros que nos van dejando.

   Yo estoy bien si tú estás bien debería ser el padre nuestro de cada día, o el credo de nuestras respectivas creencias, ¿ahora me pregunto en qué eslabón de la cadena nos hemos perdido?, ¿estamos a tiempo de recuperar nuestra dignidad?.

   Como dice nuestro amigo Luis (el marmota), hablar bien es gratis, ser educado también y compensa al alma.

   A mi prima Lidia Alba por valiente, yo estoy bien si tú estás bien.

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