OPINIóN
Actualizado 17/12/2014
Ángel de Arriba Sánchez

Yo no soy pesimista, es que el mundo es pésimo.

José Saramago

Creo que fue por entonces cuando empezó a subirse la gente a las paredes.

Tiempo atrás había nacido un virus económico, e incubado en las huras financieras se hizo grande y devoró lo que había por aquellas tierras. Cruzó pronto el atlántico, atacó a nuestros pequeños comerciantes, a los autónomos, a los empresarios grandes y a los comedidos, a nuestros compañeros, acuérdate, y ,ay, a tí y a mí  mismo. 

Desde entonces  perdemos nuestros trabajos o la dignidad laboral, nuestras  casas, y, ay- otra vez-  la devaluada esperanza de estos tiempos.

Enseguida los obreros comenzaron a caerse de los andamios y sólo sobrevivieron unos pocos que llevaban casco, ¿lo recuerdas? Los jóvenes han cogido de nuevo la maleta del cartón húmedo de los adioses y han emigrado; el 60 % (la mayor fuerza laboral) no llega al salario mínimo, y las mujeres, si quieren trabajo, han de  renunciar a la  poca productiva constumbre de parir hijos.

De la cosa pública se han olvidado. A cualquiera le multan si se pone enfermo, en las escuelas el presupuesto no da más que para tres vocales, y las otras dos hay que pagarlas por lo privado; a los muchachos les dan gusanos como tropezones en las lentejas, y en los parques, si te quieres sentar, tienes que llevar tu propio banco.

Cierran los cines, las librerías, las bibliotecas, los museos, los periódicos y los teatros, y uno tiene que demostrar su embotamiento viendo maratones de tertulias televisivas si no quiere ser arrestado.

Y mientras un tal Monago, los demás monaguillos de las instituciones, consejeros, secretarios, subsecretarios, presidentes de diputación... se nos beben el vino en las sacristías del santo oficio  público y , eso sí, las hostias de los recortes sociales  las dejan para nosotros.

Los políticos perdien su coraza, se nos han vuelto del cristal de sus bohémias trajeadas , y así les vemos sus vilezas. A las tarjetas de los banqueros se les acabó la cuerda, y ya no pueden, o eso dicen, volar sobre ellas como los de Alí Babá. Hay princesas devenidas en ranas por ensalmo de su morro,  a las pijas se les aparecen jaguars en los garajes, y hasta los compañeros de los sindicatos meten la cuchara en la tartera del almuerzo común.

En los diccionarios bilíngües para ciegos, palabras como "Honorable" se suicidan, y viejos conceptos como "Bienestar Social" o "Derechos de los Trabajadores" son arrojados por los barrancos. 

Y cosas aun más extraordinarias están ocurriendo, tú lo sabes, así que qué te voy a contar...

Al principio muchos se sentaban por las plazas y ocupaban las calles, pero luego sólo les quedaron las paredes a las que subirse. 

Ahora hay en ellas millones, y nadie sabe cómo sobrellevan allí la situación viviendo como del aire. A veces, yendo por la calle, ves en mala hora cómo cae alguno que perdió la fuerza de su agarre.

Fotografía: En primer término mural de David de la Mano, intervención artística promovida por ZOES, Asosciación de Vecinos del Barrio  Oeste de Salamanca

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