OPINIóN
Actualizado 16/12/2014
CALDERÓN

Es una tarde-noche, fría, los viandantes se detienen, apoyan los brazos  sobre la barandilla y contemplan las aguas del río, frotan las manos, se suben los cuellos de los abrigos-las gaviotas- ajenas a los espectadores, siguen mendigando, y revoloteando. Su imagen recuerda al  desafortunado que vemos todos los días en la esquina, en la calle, y no nos detenemos a observar si ha cambiado de chaqueta, si el frío ha ulcerado mas el cuerpo o el alma; le dejamos la moneda que nos sobra sobre el platillo que descansa en la acera, o  sobre una desgastada manta, seguimos nuestro camino, él, como -las gaviotas- volverá al día siguiente en busca de algo que ayude a atenuar sus necesidades.


Un anciano camina despacio, el suelo del puente está helado, su mirada verde agua, sé clava en la teatralidad de las aves que vienen a comer a sus manos, experimentado labrador que siembra grano, abre los brazos a derecha e izquierda, metódica y rutinariamente en un autentico ritual, que posiblemente repita cada día. Ellas, -las gaviotas- se precipitan a coger las migas en el mismo instante en que son lanzadas.


Una pareja de jóvenes contemplan el baile de las gaviotas, seguramente sus graznidos rudos y roncos, les hicieron detener sus arrumacos.


-¡Que hermosas! -escucho decir a la joven-
-Llevo años haciendo diariamente éste camino hacia la Facultad y nunca me había fijado. Prosigue -hoy han hablado en clase sobre  "la masa"- ¿te sorprende el tema?
-En absoluto, en filosofía dais ¡tantas asignaturas y charlas, que a mi racionalismo le resultan increíblemente absurdas!

-¡Mira las gaviotas!, (escucho desde la niebla) aves inquietas, por su comportamiento son "la masa", hoy se escribe mucho y se comenta sobre este tema. Al contrario de lo que la gente piensa no son migraciones silentes, mudas, o melancolicas,sino que se palpan por doquier, en las grandes superficies, en la universidad, en la tienda pequeña de la esquina, incluso en la soledad, son "masa", el brote de impersonalidad crece exponencialmente, emite opiniones sobre cualquier asunto, grazna roncamente, sé abandera sobre una idea, emite opiniones y solo busca en su disertación ligera, una vía de escape, está asustado, es frívolo, sin norte ni objetivo concreto, pero busca deslumbrar con su rudeza, como el canto de las gaviotas.


El hombre anciano, mas encorvado de lo que sus años dejan ver, se acerca  al joven de ojos chispeantes, hasta posar su enjuta mano sobre los hombros y sigue con su lección.


-Hace sesenta años, la vida era diferente, vosotros sois una nueva especie de gaviotas, que habéis perdido el pico anaranjado y el dorso ceniciento, coméis en los platós de televión y os enzarzáis como hiedras en conversaciones sin fundamento, y desconocedores de casi todo ?opináis-, sí, opinais.El consumismo os ha engullido, ya no sois individuos, sino simples datos estadísticos, nacéis, vivís y morís ¿por qué ésta  generación está empeñada en perderse en el silencio aborregado de un griterío de masas?;mi refugio al despropósito, es observar cada día a -las gaviotas-, me recuerdan tiempos lejanos, llenos de ideales por los que movilizarse, sin intereses, duros como el graznar de la gaviota, pero raudos en su vuelo.


Los jóvenes sonreían con ironía, despreciando seguramente la opinión del viejo vestido como un profesor de hace años, o como un bohemio.


Él despreciándolo todo, volvió a caminar por el puente de hierro, mascullando palabras, que tras la niebla, no pude escuchar.


No supe si la lección del viejo profesor aclaró algo al joven, o si todo termino como el vuelo de las gaviotas  cuando sopla el frío.


Desde la niebla volví sobre mis pasos sin necesitar de la mano invisible que controle mis movimientos o diga, como apuntaba el sabio, que he vestir, que he de decir, o cómo voy a actuar en el teatro de la vida."La masa", la lección filosófica, hoy había sido impartida por un  sabio y viejo profesor de calada boina.

 

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