En las entrañables fechas que se avecinan, ejemplo claro del concepto de consumismo, las casas de todo el planeta se llenan de variopintas decoraciones: luces de colores por todos los rincones de la casa, estén dentro o fuera del hogar; representaciones de sagrados nacimientos; luces por las calles comerciales para incitar a comprar, y; árboles para sujetar más luces, espumillones y demás parafernalia navideña.
Quizá nos choque ver que, en determinados países, los árboles utilizados son palmeras, los que se crían en las latitudes cálidas, pero es un buen ejemplo de que es posible seguir las tradiciones sin necesidad de destrozar el medio ambiente. Aunque puede sonar contradictorio, es mejor el uso de árboles naturales, siempre que provengan de viveros, ya que los artificiales emplean elementos plásticos contaminantes que, además, desprenden gases nocivos que aceleran el efecto invernadero. Eso sí, a los naturales hay que asegurarse de mantenerlo con la humedad necesaria para evitar que se seque, además de que representa un peligro de incendio, para intentar replantarlo una vez pasadas estas fechas.
Unas fechas, las navideñas, donde se dispara el consumo eléctrico en los hogares. Según los datos del Red Eléctrica Española [http://bit.ly/1z1E49I], entre el 22 de diciembre y el 7 de enero, consumimos cada día como si fuera de los más fríos del año, independientemente de la climatología externa. Para reducir nuestro consumo eléctrico de estos días podemos reducir un par de grados la calefacción durante las comidas navideñas, pues solemos reunirnos más gente de lo habitual. Algo tan tonto como colocar una alfombra en el comedor, también ayuda a rebajar la factura eléctrica. Para los que no pueden pasar sin lucecitas y guirnaldas, el cambio a luces de tecnología LED, es obligatorio, pues el gasto en dichas luminarias es rápidamente recuperado.
Otra buena idea, además de original, es hacer nuestro propio árbol navideño, como el que ilustra esta columna semanal: así nos olvidamos de comprar uno, sea de plástico o natural, que acabarían seguramente en la basura, ayudando al medio ambiente. Basta que utilicemos la imaginación y pensemos en reciclar elementos que tengamos a mano: la planta de interior que tenemos en el salón; dando forma a un hato de ramas secas; reutilizando la madera de un palet; una escalera abierta también nos puede recordar a un abeto; si apilamos los rollos de papel higiénico que tenemos por casa? Podemos cambiar el mundo, empezando por lo que tenemos delante.