OPINIóN
Actualizado 14/12/2014
José Luis Puerto

No dejamos de recibir lecciones de aquellos a quienes excluimos de nuestro festín, de nuestro primer mundo, de nuestra sociedad del bienestar, o como quiera que la llamemos. Estos días ha saltado la noticia. En Sevilla, un joven negro, que encontró un bolso, con bastante dinero, en lugar de apropiárselo, lo entregó en una comisaría de policía. No dejamos de recibir lecciones.

            Pero las respuestas que les damos son las de una coz detrás de otra: devoluciones en caliente y en frío, fuera de cualquier legalidad internacional; contrataciones sin ningún papel ni derechos, cuando los hemos necesitado para trabajos agrícolas y de otros tipos; pelotas de goma, en el momento en que han tratado de pisar la playa, con el resultado de varias muertes... Siempre una coz detrás de otra, pese a que no dejemos de recibir lecciones.

            Nos manifestamos y somos absolutamente intransigentes en la defensa de la vida embrionaria y fetal, invocando nuestras convicciones religiosas, pero nos da igual, nos es absolutamente indiferente el destino de tantos seres humanos que llegan a nuestro país y a Europa buscando una vida digna. Qué paradojas.

            Cuántos excluidos de nuestro orgulloso festín: los miles de seres y de familias que ahora mismo, en nuestro país, viven bajo el umbral de la pobreza; los niños subalimentados a los que se les niegan los comedores escolares en las vacaciones navideñas, y tantos otros desahuciados de ese poder y de esa gloria que las élites y castas se han puesto por montera.

            Uno de nuestros más eximios poetas vivos, Francisco Brines, comentando el aspecto de los negros que trataban de desembarcar en las pateras, decía muy expresivamente: ¡Parecen príncipes! Sí, príncipes en una humanidad y dignidad que por estos pagos hemos perdido hace mucho.

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