Carrascos

La abundancia de quijotes entre los ciudadanos, contrasta con la escasez de tan quiméricos caballeros entre los dirigentes políticos, financieros, empresariales y sociales, donde existe una sobreabundancia de Carrascos, aunque no todos ellos tengan grandes cuerpos, caras redondas, narices achatadas y amplias bocas, como tenía el cervantino bachiller Sansón.

En cambio, se parecen mucho a este personaje en su orgulloso donaire, en su regusto por burlarse de los visionarios, en su reconocida indiferencia al prójimo, su mal entendimiento con los vecinos y su natural condición maliciosa, que les hace ser elementos peligrosos para la convivencia, enemigos de la solidaridad y robapanes en despensa ajena.

Asistimos estupefactos a la paradoja de ver como los actuales bachilleres de la sucia mancha, exhiben una preocupante y contagiosa enajenación mental, descubierta solamente por los incontables sanchos que están presentando en los juzgados de la razón la denuncia correspondiente, acusando a estos carrascos de faranduleros, porque donde reina la envidia y la avaricia no habita la virtud.

En el mundo de nuestros fraudulentos carrascos, la codicia tiene brillo propio, sin necesidad de pulirla con extraños anticuerpos ni bálsamos de Fierabrás, porque basta darles una pequeña mano con algún abrillantador político de cualquier signo, un enjuague mercantil, un lavado laboral o el linimento financiero de la especulación, para que en todos reluzca su negrura.

Nuestros carrascos sociales mantienen su empeño en derrotar la utopía, disfrazándose con extravagantes camuflajes pretendiendo despistar a la concurrencia, que contempla asqueada el desfile de tales oportunistas sorteando la fingida vigilancia de los cómplices curas y barberos para expurgar la biblioteca de los sueños redentores y quemar los libros causantes de hermosa locura quijotesta que lleva a la solidaridad.