OPINIóN
Actualizado 13/12/2014
Rafael Muñoz

Lo visible no es más que el conjunto de imágenes que el ojo crea al mirar. La realidad se hace visible al ser percibida. [?] Lo visible puede permanecer alternativamente iluminado u oculto, pero una vez aprehendido forma parte sustancial de nuestro medio de vida. Lo visible es un invento. Sin duda, uno de los inventos más formidables de los humanos. De ahí el afán por multiplicar los instrumentos de visión y ensanchar así sus límites.

Eulália Bosch

 

¿Cuál es el recuerdo más nítido que guardan de su infancia? Me atrevería a decir sin temor a equivocarme que se trata de una imagen, vinculada en la mayoría de los casos a un ser querido o quizá a un paisaje familiar, pero una imagen.

Se dice que de los cincos sentidos el más persistente, el  que mejor evoca los recuerdos es el olfato, pero cuando recuperamos un olor olvidado en una visita a casa de nuestros padres o abuelos, a nuestra antigua escuela ¿qué nos viene a la memoria? ¿yerro si digo una imagen?

Prueben a hacerse con un libro leído en sus primeros años y paseen su mirada por lo que contiene; lo que más les "removerá" serán sin duda sus ilustraciones, aunque estas fueran escasas y no muy elaboradas.

Ya hemos escrito en otra ocasión que la oralidad es el primer hecho comunicativo, pero la imagen es seguro que tampoco le va a la zaga.

Las imágenes que ilustran están con nosotros desde tiempos pretéritos. Podemos remontarnos a las pinturas rupestres de Chauvet o Altamira, a los frescos de una iglesia románica o a los magnificentes retablos de una catedral gótica. Por no hablar de los tapices españoles del XVIII o los pliegos de cordel, donde ya se combinan dibujo, texto y voz. Lo que es innegable es que la representación del mundo, nuestro mundo, recorre nuestra historia en diferentes soportes visuales.

Pero es en la cultura contemporánea donde su presencia es indiscutible, hasta el punto de que a veces su capacidad comunicativa queda bloqueada por una manifestación compulsiva, pero este sería un tema para reflexionar en otro momento.

Lo que me gustaría en estas pocas líneas es presentarles a esos "artefactos lectores de alta potencia" que denominamos libros ilustrados, y que tienen una importante "derivada", fundamental para la formación lectora, en los llamados álbumes.

Quiero hablarles del protagonismo de la imagen en los libros ilustrados y en los llamados álbumes o libro-álbum (denominación más acertada desde mi punto de vista). Del interés que suscitan como elementos vertebradores  de la llamada "alfabetización antes de saber leer", en el caso de los álbumes.  Su imprescindible relación con la "alfabetización multimedia" o, por citar alguno más, el extraordinario rendimiento docente que los libros ilustrados suponen para lectores en proceso de transición en los tipos lectura.

Invitarles a conocer las nuevas editoriales especializadas que surgen en nuestro país a partir de los años 90, y disfrutar de estas nuevas formas de contar, donde la composición entre lo espacial (ilustración) y lo temporal (texto) adquiere una nueva dimensión fascinante.

En sociedades como las nuestras, donde la avalancha de imágenes (fijas o en movimiento) acompañadas de textos (escritos o hablados) tienen una presencia tan poderosa, omnipresente, estos artefactos de lectura puede ayudar a niños y mayores a moverse con mayor libertad de comprensión en esta combinación de lenguajes en los que nos movemos todos los días. Conseguir, también, una alfabetización visual tan necesaria como la que aprendimos en la escuela para discriminar unos textos de otros.

Pero no veamos estos aprendizajes solo desde un punto de vista, digamos, defensivo. Todo lo contrario, el álbum y el libro ilustrado, si son de calidad, potencian la experiencia lectora, y la recepción de la lectura en los primeros lectores y en los adultos se afina de una manera extraordinaria.

No se limitan a ser libros bellos y elegantes, que permiten el placer físico de un objeto bien hecho, también ofrecen un abanico amplio y diferente para el goce artístico, en un mundo donde las imágenes parecen disponer de un solo molde o parámetro. Posibilitan, además, y esto es importante, una combinación entre texto e ilustración que se concreta en rutas por donde los lectores pueden caminar con diferente paso.

Habría dos "argumentos" que podría ofrecerles para reforzar lo que les estoy contando. El primero está basado en una experiencia estética vivida en primera persona. Se reveló en una nueva lectura del maravilloso cuento Cepillo de Pere Calders (donde imaginación y soledad se dan la mano), ilustrado por una de nuestras grandes profesionales, Carme Solé Vendrell. Al "amplificarse" la fuerza del texto por la compañía de la imagen, descubrí otra lectura y comprobé que esto también ocurría en el sentido contrario. Para que se entiendan mejor, fue como cuando asistimos a un concierto en directo: reconocía la música, pero "sonaba" de otra forma.

La otra experiencia está vinculada con el poder evocador de las imágenes; en este caso las de infancia. ¿Recuerdan esta secuencia de la mítica cinta de Iván Zulueta, Arrebato?

¡Qué fuerza simbólica la de los ojos del muñeco! Imposible no dejarse llevar por las palabras del personaje mientras su dedo índice, casi inquisitorial, invita a recorrer una serie de imágenes para que el receptor sea totalmente consciente de lo que le pasa: Estabas en plena fuga, éxtasis. Colgado en plena pausa, arrebatado: mira.

Yo, como la Alicia de Carroll, sigo sin poder resistirme a "mirar detrás de la puerta".

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